martes, noviembre 11, 2008

Beatha: Fídil

Gracias a [info]maya_takameru por betearme.

Os dejo con la historia, ambientada en el 2014.

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Están en la taberna de siempre, ésa a la que salen cuando hay ganas de pasar un rato fuera de casa. No es un lugar bonito ni elegante, pero es acogedor. La luz es amarillenta y las bombillas cuelgan directamente del cable medio metro desde el techo. Las mesas, de madera, están arañadas por mil y un sitios en la superficie con nombres escritos aquí y allá a lo largo de años, puede que décadas. El tiempo ha borrado algunos de esos surcos. Los más profundos están medio taponados por el paso diario de las bayetas y la más que evidente suciedad en éstas. Hay una tarima de madera, igual que el suelo, en un rincón de la taberna, guarecida por una barandilla. Suele haber gente tocando los fines de semana. Las paredes tienen un empapelado antiguo, algunos carteles descoloridos y fotos viejas como único adorno. Apostaría a que no lo han limpiado a fondo en décadas.

A Liam, sin embargo, le gusta. Es su sitio favorito. El dueño le conoce y bromea con él dándole palmadas en la espalda: es paciente suyo. Sam cree recordar que le dijo que fue el dueño quien le habló del local la primera vez que fue a su consulta.

Si no es muy tarde, se sirven sándwiches, con suerte hechos por Helen, la esposa. Es una señora de pelo cano y vivos ojos azules; un pedacito de cielo. Tiene además buena voz cuando se decide a cantar; y, lo mejor de todo, sabe hacer callar a más de uno sólo con la mirada.

Un par de pintas después de haber entrado parece haber alboroto entre los músicos. Peter, el violinista, tiene pinta de haberse pasado bebiendo y sale corriendo a vomitar. Es un bebedor habitual que suele emborracharse cada vez que pisa la tasca, pero no tan pronto.

Ve a Liam acercarse a ellos, siempre dispuesto. Al parecer no es el alcohol lo que le ha provocado el malestar, y tras una revisión rudimentaria Liam acaba mandándole a casa a descansar y le pide que pase por el hospital para un examen médico más exacto, aunque todo apunta a que le ha sentado mal la comida, o algo del estilo.

El ambiente parece apagarse un poco tras la marcha del fiddler. Es una figura importante en aquel lugar, es parte del entorno. Liam le sonríe enigmático, agarra su pinta y se acerca a la tarima con decisión para preguntar si puede tocar él. Los músicos le miran con condescendencia, encogiéndose de hombros. No sería el primer parroquiano que intenta dar la nota cuando se ha pasado de copas.

Sonríe. La mirada color castaño de Liam brilla con decisión, impregnada de ese amor por la música que le caracteriza. Algo tiene en mente. Apoyado en la baranda de madera barnizada, suavizada por el tiempo, comienza a sacar las primeras notas de las cuerdas del violín, las deja fluir. Reconoce la melodía nada más comenzar, lenta, como aletargada: podría solfear esa canción hasta dormido. Sabe que se está haciendo desear, que quiere sorprenderles. No es que el tema sea rápido al comienzo, pero sí lo está haciendo más despacio de lo normal. “Farewell to Ireland”. No es tan bueno en el fiddle como lo es con la flauta irlandesa, pero se defiende bastante bien, tiene que reconocerlo.

Paul, que toca el bodhrán, parece captar de qué canción se trata y comienza a seguirle el ritmo. Seán, el guitarrista, mira a su compañero poco decidido y se une todavía no muy seguro.

Entonces se desata. La melodía pasa a su segundo nivel, se vuelve más animada, y alguien suelta un grito de aprobación. Al llegar a la segunda parte, hasta Henry, el tabernero, le mira con la boca abierta, el cigarrillo colgando de sus labios secos por algún tipo de milagro oportuno, el doctorcillo parecía haber tenido bien guardado el secreto. Liam sólo mira a Sam. Divertido, con una sonrisa discreta en los labios. Es en sus ojos donde ve esa luz que se enciende con la música. Es esa luz la que le hace quemarse por dentro y le impulsa a arrancarle el arco de las manos y hacer que éstas ocupen parte de su anatomía, aunque se guarda bien de hacerlo. No es la música en sí, es lo que hace con ella mientras le mira, mezcla de reto y diversión, ladino. Ambos saben lo que provoca esa mirada y Liam se regodea en que ahora está ocupado tocando para frustrarle.

Sam no puede quitarle los ojos de encima aun cuando la canción termina. Piden a Liam que continúe tocando un rato, y se decanta por “McCahill’s Reels”. Mientras tanto, el moreno decide no tomar una gota más de alcohol esa noche. Desinhibirse ya no está permitido, bastante tiene con comérselo con los ojos, así que traza un plan con lo que va a hacerle al llegar a casa, detalle a detalle.

Nada más abrir la puerta, se dice, le arrasará la boca. Le echará la cabeza hacia atrás y le comerá el cuello hasta enrojecer la piel. Le arañará la espalda hasta dejarle marcas, le aplastará bajo su cuerpo. Obligará a su rostro al rubor y llevará sus pulmones a un ritmo errático. Subirá el tono su voz y creará una canción con ella mediante un repertorio de susurros, jadeos y gemidos.

Y sólo entonces, le pedirá que le toque como a ese violín, hasta gastar las cuerdas.

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6 comentarios:

Unknown dijo...

Wuuuuuuuu!!!!!! *aplausos!!!

Ramona dijo...

El color verde me recuerda al Mistol. La torrija se me ha empapao al leerlo

Ariniel dijo...

*aplaude con Ashe sin saber por qué O.O*

Ramona, yo el mistol lo relaciono con el naranja xDDDDD

Joe con tu torrija, tampoco ha sido tanto xD

Ramona dijo...

Con la torrija quiero decir la nariz q luego lo leo y parece otra cosa...

Ramona dijo...

Cuantos años llevas con la historia de Liam? Si que me crea curiosidad.
Y tranquila, q no se me empapa la torrija xDDD

Gabriel Knightley dijo...

¿Te das cuenta de esa sensación que se tiene cuando estás leyendo/escuchando algo, y una voz dentro de dice "¡yo también he vivido eso! ¡A mí me pasó algo parecido!"? Pues así estoy. Me ha encantado, me gustó mucho la descripción del local (que por cierto, visualicé muy parecido al Avalon ^^) y ese pequeño momento de espontaneidad de Liam es genial.

Bicos ^3^~~~~