lunes, septiembre 24, 2012

Una guiri cordobesa en Córdoba

Pues sí, señores. En Córdoba me hallo. En las callejuelas estrechas del casco antiguo, con sus seseos y su pachorra a la hora de hablar.

Córdoba la ciudad que llevo evitando ocho años.

Córdoba, la ciudad de la que puede que me haya enamorado en mi trayecto a la universidad. Que está al lado de la mezquita. Tiene un portón barroco cual Facultad de Derecho en Granada. Pero pintado en amarillo. Un poco feo.

Voy a tener problemas con las asignaturas, porque sólo tengo por las tardes y me coinciden. Y si no puedo solucionarlo me tocará echar un año más en Granada, y en fin, que no hay ganas. Pero es lo que queda. Después de todo el viaje, tendré que terminarlo, digo yo.

Pero bueno, igual eso. Cuando pueda escribiré por aquí. Todavía no tengo contraseña de ordenador y la del aula de informática me ha puesto el suyo, supongo. Y por lo visto está prohibido el uso de redes sociales (se sanciona durante una semana sin funcionamiento de internet). Por tanto, puede que eso implique que el blog va a volver a cobrar la vidilla de antaño.

Con esto y un bizcocho... me voy para casa que tengo que comprar un puto callejero y hacer la compra. Que anoche me tuve que hacer una tortilla con MANTEQUILLA porque no tengo aceite. y tengo que quedar con mi primo porque me dejé el cable del ordenador en casa. Con el aceite. Y el colacao. Cien putos kilómetros. Ocho putos años viviendo a casi 400 como mínimo y nunca me he dejado nada. Ahora estoy a cien putos kilómetros y voy y se me queda el PUTO cable del ordenador. Manda huevos.

Subiré fotos cuando pueda :)

Como plus me he encontrado a una granadina que empieza la carrera aquí, y a una de Santiago (gallega) que hace Hª del Arte y quería ir a Granada. Ha sido divertido porque yo quería ir a Santiago a hacer la sicúe... :D

Me he ido riendo por la calle por toparme con el Teatro Góngora, la calle Ángel de Saavedra y un bar llamado Séneca. Creo que me dejo otro, pero en fin. Que el descojone empezó con el teatro xD

domingo, septiembre 09, 2012

Nostalgia

He escrito esto y no está ni corregido. ¿Comentarios?

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A veces no lo entiende.

No sabe por qué se obsesiona. Lo perdido está perdido, no va a volver a por ti. No hay nada que pueda hacer para cambiar las cosas, no puede mejorarlas de ninguna manera, no puede pintarle la cara para que parezca diferente, y sabe que por mucho que trate explicarlo de otra manera, siempre va a saber la verdad. La suya, sí, pero la verdad.

A veces lo echa de menos. La alegría, la ignorancia, la sencillez del momento. Echa de menos las sonrisas, echa de menos el tacto de unas manos imaginadas, echa de menos un olor, un abrazo, el sabor de un refresco, el susurro del viento en algún lugar en particular. No es que le falte alguien, sino que le falta algo. Tuvo todo aquello, pero ya no más. Sin embargo atesoró cada recuerdo, lo recopiló, lo catalogó y lo mantuvo a salvo. A salvo de la frustración, la rabia y las lágrimas. A salvo de su propio alcance y al de los demás.

Los recuerdos negativos son los que antes se olvidan, los que antes se van. Son los buenos los que quedan, los que sirven de referencia, los que sacan la sonrisa. Es lo bueno de los recuerdos. Puede desempolvarlos en cualquier momento y admirarlos, reproducirlos una y otra vez, y hacer sonreír, soñar y viajar de nuevo.

Pero los recuerdos, incluídos los buenos, son un arma de doble filo. También pueden hacer daño. Pueden oscurecer el alma, esconder la sonrisa, convertir algo bueno en algo triste. Lo malo de los recuerdos es que suben las expectativas. Todo evento futuro será aún mejor, y cuando llegan, decepcionan. Hay recuerdos buenos que anclan el pensamiento al pasado y hacen ignorar el presente.

Y ella sueña con el pasado. Sueña, y fantasea, y echa de menos, sin darse cuenta de que se está perdiendo el presente.