lunes, agosto 29, 2005

¡Agárrate los calzones, Louis!

El huracán Katrina va a pasar por Nueva Orléans... uf... me parece que va a hacer un poquito de aire... Louis, agárrate los calzones o los pierdes con la ventolera... ¿Nos contará Anne Rice en su próxima entrega las aventuras de nuestros vampiros favoritos sobreviviendo al huracán? ¿De cómo nuestro caprichoso príncipe rubio sobrevivió agarrándose a una farola con los dientes? (Joas, me parto... debo impedir que mi imaginación me de imágenes visuales tan detalladas... jajaja) Si alguien quiere hacer un dibujo de la idea, que me lo mande luego :P
Por cierto... ahora buscando imágenes vampiriles... he encontrado una buena selección Louis-Lestat... no muy católicas precisamente... huummm... (*babeo maléfico de adicción al yaoi*)
Venga, lo confieso... soy adicta al yaoi. ¿Contentos? Y hablando del tema... voy a pasarme por slasheaven ahora... a ver si han actualizado, que tengo mono. Bueno... y voy a enseñaros un dibujito que me encontré anoche por la red, y con el que me estuve partiendo el culo por lo menos media hora. ¡Joder, qué caña! Disfrutadlo. Y no me digáis que nunca os habéis sentido inclinados a cometer este acto de bien a la humanidad xDDDDDDDD
Y bueno... que no sé qué contar... que tengo ganas de irme... Mañana a estas horas estoy pegándome sesión doble de autobús! Pero merece la pena tirarse cinco horas sentada para volver a ser libre! (o todo lo que se puede), ver a mi gente, que la he echado mucho de menos, y hacer exámenes (ves? de eso no tengo tantas ganas)

Un besito.
PD: Blackberry, definitivamente te voy a mandar las latas de habichuelas... xDDD Un besito niña, y ya sabes que nos vemos por la red! Si no, toque al móvil ;)

Está sonando: Even Angels Fall, de The Crüxshadows.

viernes, agosto 26, 2005

Feliz Cumple, Eärwen!

Pues nada, el post de hoy va dedicado a Marina. Un besito wapa, y feliz cumple!!! No te pregunto qué tal sientan los 19 porque en unos días yo también caigo... asique....


No hay mucho que contar. La feria por fin ha terminado y me voy el martes a Granada (por fin!!!). El viernes tengo un examen de Alemán (espero no soñar de nuevo que Hitler me persigue gritando Achtung! Achtung!!)
Y bueno, llevo todo el día un poco mosqueada, no paran de salirme legañas y estoy comenzando a sospechar que mi hermano me ha pegao la conjuntivitis ¬¬ (cabronazo)


Creo que no tengo más que decir.

Está sonando: Demon, de London After Midnight.

miércoles, agosto 17, 2005

Muérdeme, Manolo!

Pues nada, que ya estoy hasta el mismísimo de feria, que tengo calor, que quiero que se acabe el verano, que me quiero largar a granada, ver a mis amigos, tomar algo, aprobar los exámenes (siempre y cuando me los prepare bien), matricularme y pasar otro anhelado año lejos del pueblo.

Este verano no es como creí... pensé que iba a hacer otras cosas y me estoy limitando a comer, dormir y leer... prácticamente.

El mes que viene es mi cumpleaños y la boda de mi vecina, espero que me regalen algo de ropa para este curso que la que tengo (especialmente los pantalones) están hechos un asco... si no pues acabare comprándomelos yo...(que también estaría bien)

Pues nada, (otra vez la coletilla), que me aburro mucho, que me voy a ver si escribo un rato y que estoy deseando que pasen dos semanas para coger el autobús por banda.

Un besazo a toda la peña que me lee. Algunos nos veremos en breve. Otros los llevo en mi interior porque viven muy lejos.

El nombre del post se llama así por la foto, y lo que para un amigo (Jorge) transmite mi foto; "Muérdeme, Manolo!!!"


Está sonando: To live is to die, de Lacuna Coil.

sábado, agosto 13, 2005

¡Iluminado!

Han iluminado el castillo de mi pueblo! y NO es porque sea mi pueblo (que a mi eso me importa un carajo), sino porque está un monton de wapo asomarse al Pilar por la noche y ver todo negro y de repente, CHAS!, ¡¡un castillo!!
A ver si le hago una foto de noche. Qué ganas tenía, empiezan a preocuparse por la imagen del pueblo... así dejará de ser tan horrible como antes... Estoy feliz
Está sonando: Malina, de Lacrimosa.

martes, agosto 09, 2005

Al amanecer

Esto lo he escrito escuchando Sopor Aeternus... No lo he corregido... ya mañana lo releo y le doy algún que otro retoque si no me acaba de gustar... pero bueno.
Se llama Al Amanecer.
Tu pelo se esparce graciosamente sobre la almohada, ondulando ligeramente cada mechón de tu melena castaña. Aún hueles a champú. Amaneció hace rato pero no parece molestarte la penetrante luz que se cuela por las rejas de tu persiana. Los autobuses circulan afuera con sus retrasos continuos, los semáforos siguen encendiendo exactamente en los mismos intervalos, alternando sus colores y órdenes. Con tus ojitos cerrados y la boca ligeramente abierta... ¿Sabes cuántas noches me he quedado velando tu sueño sólo por ver esa cara, oyéndote respirar con tranquilidad? Un rostro que inspira paz y ternura.

Hay un pájaro en la rama del árbol que hay frente la ventana que no para de trinar. El vecino ya ha salido disparado a la oficina, enfundado en su impoluto traje con corbata, y su mujer ha salido a la puerta a despedirlo envuelta en su bata rosa. La anciana que vive al final de la calle ha sacado a pasear a su perro y el matrimonio nuevo que se mudó el mes pasado pasaron por aquí hace un rato haciendo footing, con sendos chándales a juego.

Te miro mientras acaricio una de tus manos. En el dedo índice tienes un pequeño corte que te hiciste el otro día, cuando me quisiste ayudar en la cena y te cortaste. Tus manos son finas y delicadas, al igual que el resto de ti. Nunca has sido muy delgada, pero lo justo para parecer una muñequita de mejillas sonrosadas. Te veías preciosa con esos vestidos que te ponía hace unos años. Parecías de porcelana.

Y llevas puesto ese bonito pijama azul que te regalé el año pasado por tu cumpleaños. Te acomodo las sábanas para taparte un poquito más. Estás helada.

Ahora mismo estaba recordando nuestra discusión. Siento haberte levantado la voz. Pero tienes que saber que en este mundo lleno de miedo y dolor no habrá nadie que te quiera más que yo, en esta vida sin sentido que presiona a sus hijos hasta el final con crueldad hasta exprimir su existencia, mientras tararea una cancioncilla simple e indiferente. El amor de una madre. Aún eres muy pequeña para comprenderlo todo, cielo, pero sé que algún día entenderás por qué lo hago. No quiero que sufras y lo he hecho por eso.

No podía dejar que te fueras con tu padre. Él no se merece tenerte, no te tratará tan bien como yo lo hago. No te cocinará los platos que tanto te gustan y no podría estar allí en algunos momentos de tu vida como yo lo haría. El juez que le dio la custodia a tu padre no tiene razón, no tiene derecho a arrancarte de mi lado como si no me afectase, como si no me doliese no tenerte aquí conmigo, bajo el mismo techo, en la misma ciudad, bajo el mismo cielo... Lo único que salió de su boca fueron sonidos, palabras, nombres y frases sin sentido. En cuanto dictó la sentencia sentí que se me vaciaban los pulmones y que se me detenía el pulso. El mundo se congeló durante una eternidad mientras mil cuchillos se clavaban y se retorcían dentro de mí. Y entonces supe que no te marcharías.

Suena el teléfono. Es la directora de tu colegio, preguntando la razón por la que no has llegado a clase. Le he dicho que estabas enferma. Un pequeño constipado, que tienes un par de grados de fiebre.

Te cerré los ojos hace un rato, cuando decidí nuestro destino. Estás preciosa, pareces dormir apaciblemente, y el cojín con el que te tapé la cara cuando estaba amaneciendo no te ha dejado marcas. Ahora me tenderé en la cama, a tu lado, como cuando tenías pesadillas y dormíamos acurrucadas. He encontrado la pistola de tu padre. No se la llevó cuando se fue y aún tiene balas. No volverán a intentar separarnos, mi vida. La sostengo sobre la sien mientras te miro...


Estaremos juntas. Para siempre.

Está sonando: Sea of Lies, de Symphony X.

domingo, agosto 07, 2005

La Luz de la Noche

Adriana perdió el sueño el día en que perdió a su madre. Esa noche la pasó en vela, sin llorar; sin pensar en nada; simplemente no pudo dormir. Y a partir de entonces ya no durmió más.

Lo curioso era que por las mañanas se sentía estupenda y seguía tan bonita como siempre. Pero llegaba la noche y no se dormía. Adriana vivía en la ciudad con su padre, en una casa de dos plantas, y la escalera que daba a su habitación era de madera. Durante una de aquellas noches de insomnio subió y bajó por ella veinte veces, para distraerse. Luego, se asomó a la ventana y le sorprendió ver luz, ya que siempre había creído que la noche era oscuridad. Supuso que, como había pasado todas las noches de sus catorce años de vida durmiendo, no se había enterado de que la noche también tenía luz.

No era como la del sol, claro, sino blanca y fría. Adriana ignoraba si procedía de las farolas o de la Luna. Poseía la virtud de dibujar el contorno de las cosas y otorgarles otra apariencia: su colcha era un rectángulo pintado de blanco; su espejo, un cristal fosforescente, y el reflejo de ella misma sobre él una figura plateada de largo cabello.

Sintió curiosidad por contemplar la calle bajo aquella luz extraña. Se vistió y salió de puntillas para no despertar a su padre. Quedó asombrada. ¡Oh, Dios, era como si hubiese nevado! (Y no nevaba, ni podía nevar, porque era primavera). Pero todo, absolutamente todo, asfalto, aceras, techos de coches, tejados de casas, copas de árboles, todo parecía como bajo una capa de nieve. Pero no era nieve, sino luz: ¡era increíble! Esto no lo sabe nadie porque la gente se duerme, y si alguien pasa una noche en vela, casi siempre termina durmiéndose a la siguiente. Pero Adriana llevaba ya muchas noches sin pegar ojo. ¡Y era tan bonito lo que veía a su alrededor!

Dio un paseo por su barrio, embobada. Los edificios eran barcos encendidos a la deriva, y los jardines, lagos de patinaje. Al pasar junto a una fuente observó que el agua había desaparecido y solo quedaba el reflejo de la Luna, que era una bola luminosa flotando en la negra piedra redonda. La tocó: era fría como una lámpara de luz fría. Le entraron ganas de jugar a la pelota con la luna; pero cuando quiso moverla no pudo.
En noches sucesivas emprendió caminatas más largas y no dejó de maravillarse una y otra vez de aquel paisaje.

Exactamente a los doce meses de su insomnio hubo tormenta de gatos. Adriana ya venía notando, noches atrás, que el cielo estaba pesado y grumoso como si escondiera algo. Y una noche llovieron gatos. Caían de espaldas, pero no se hacían daño, porque ya se sabe que los gatos nunca se hacen daño cuando caen. Caían de espaldas, pero se daban la vuelta al llegar al suelo. Y siempre en silencio. Eran gatos pardos (de noche todos lo son), de ojos blancos y abultados como lentillas. Algunos cayeron sobre las antenas de la tele y quedaron colgados de ellas; otros se posaron en los balcones, la acera o el asfalto; los hubo más infortunados que se colaron por agujeros y ya no volvieron a aparecer. La calle se llenó de gatos recién llovidos que se erguían sobre sus patitas de almohada y se alejaban como si tal cosa, tan insomnes como ella, pero más silenciosos. Bueno, no del todo: se oían chirridos lejanos, como si quince mil violines tocaran fuera de la ciudad una música diferente cada uno. Eso le pareció bonito. Lo peor fue cuando vio a los muertos.

Ocurrió por vez primera dieciséis meses después de su primer insomnio. Salió de la ciudad caminando por un borde de luz, como un acróbata en la cuerda floja, y al pasar por el cementerio decidió entrar. Sobre las lápidas, que semejaban camas con sábanas de raso, había cuerpos tendidos o sentados, silenciosos como colegiales disciplinados. Pero no eran cuerpos, sino sólo sus siluetas dibujadas por la luz. Personas calladas, sombrías, con los ojos abiertos, aunque, a Dios gracias, ninguna la miraba a ella.

Comprendió que siempre habían estado allí, pero nadie los veía porque todo el mundo se quedaba dormido. Y no sólo poblaban el cementerio: iban y venían por las calles y podían colarse en las casas, o volar como papeles sueltos, o desaparecer bajo un charco de sombras.

Y una noche, al regresar a su habitación tras su habitual paseo, encontró a una mujer de pie frente a su cama. La reconoció nada más verla. Su madre no se movía, no hablaba. Dejaba caer los brazos junto al cuerpo y se quedaba así, en actitud de no estar esperando nada. Hasta las estatuas parecen tener vida cuando se las mira, pero no aquello. Adriana nunca había visto nada tan muerto, era algo más muerto que una cosa, porque una cosa podía resultar útil para un determinado fin, pero su madre no era útil para nada, no hacía, ni pensaba, ni quería, ni buscaba nada. Se quedaba, solamente. Se quedaba.

En vida, su madre había sido bonita, y a ella le gustaba mirarla. Pero ahora no se atrevió: dio un rodeo para evitar su presencia, se acostó en la cama y se acurrucó juntando sus flacas rodillas. No durmió, pero cerró los ojos; y cuando los abrió, ya era de día y su madre se había ido.

A partir de entonces, todas las noches encontraba a su madre en la habitación. Y daba igual que no saliera; incluso era peor; porque la sombrea venía temprano y allí permanecía hasta el amanecer. Desanimada, intentó hallar el lado divertido del asunto, pero ¿qué lado divertido puede tener el hecho de ver a tu madre muerta cada noche a los pies de tu cama? Aquello acabó por amargarla: perdió la ilusión y las ganas de salir a ver tormentas de gatos o intentar mover la luna en el redondel de la fuente.

Por fin, la noche en que se cumplían exactamente dos años de su primer insomnio, (Adriana tenía dieciséis), logró armarse de valor, abrió los ojos y miró a su madre.

No es aconsejable mirar fijamente el rostro de un muerto a la luz de la noche; sobre todo si se trata de alguien a quien has querido. Adriana lo hizo y murió en el acto.

Pero las cosas han mejorado para ella desde entonces: ahora sale todas las noches, va y viene por las calles, puede colarse en las casas, volar como un papel suelto o desaparecer bajo un charco de sombras. A veces cae del cielo junto los gatos o juega a la pelota con la Luna.

Sólo la entristece que su padre no pueda verla cuando ella se presenta en su habitación y se queda quieta a los pies de su cama. No obstante, el hombre ha empezado a tener insomnio. Pronto la verá.


José Carlos Somoza

Está sonando: King of Terrors, de Symphony X.

miércoles, agosto 03, 2005

Sacrificio

eeesta es la 5º vez que intento arreglar este post... en fin, cada vez es más corto...
Principalmente decía que estoy pensando en mil cosas a la vez y todo eso, intentando sacar a la luz la 4ª entrega del Manual Posser... y nada, dejaros aquí un trocito de mi inspiracion. Es una historia corta y se llama Sacrificio (sí, es el título). Espero que os guste. A mí me encanta.
Sacrifícame, llévate mi alma lentamente. No la quiero.
No me sirve de nada, está vacía. No siente, no piensa, no llora. Tampoco ríe ni sufre. No quiero un alma inservible. Llévatela. Pero hazlo lentamente. Quiero sentir cómo se va despegando de la carne, cómo se doblega ante ti antes de ser engullida, como todas las que has engullido antes. Eres como Saturno, te tragas a tus propios hijos, uno cada vez, pero tu hambre nunca cede. Y si lo haces, tu costumbre es tan fuerte que no lo evitas. Sé que no lo haces. Te gusta oír el crujido de los huesos, el gotear de la sangre, ver los ojos húmedos de tus hijos mientras los liberas de sus almas inútiles.
Estoy entre tus brazos como si fuera tu amante, te unes a mi en tu beso. Me aprietas contra ti. La Muerte. Nunca te han representado realmente. Dicen que miras al moribundo desde las cuencas de tus ojos inexistentes, con una macabra e inmortal sonrisa sin labios, y te llevas a tu nuevo hijo silenciosamente entre tus huesudas manos, cubierta con una tela vaporosa, con tus ropajes negros y raídos. A veces te representan con una hoz, imagen de que siegas la vida que plantas unos años antes, cuando preparas la siguiente cosecha. ¿Qué harás conmigo después? ¿Dónde iré a parar? ¿Iré a un granero de almas, esperando entre miles de millones a que me conviertan en harina, que dará de comer a otros seres, o me depositarás entre la tierra esperando que germine de nuevo para volver a recogerme? Mi muerte acabará siendo vida de nuevo. No desperdicias a tus criaturas.
Y sin embargo te estoy mirando esos ojos claros y en los que veo mi reflejo, y me besas mientras te llevas mi alma. Tus manos sujetan mi espalda para evitar que caiga, agarrándome dulcemente, casi sin sentir el tacto. Siento mis rodillas flojas, el palpitar del corazón todavía debatiéndose, los dedos me hormiguean. Pero nada de eso parece sorprenderte. Sin embargo es una sensación agradable. Todo a mi alrededor gira y da vueltas pero también está quieto. Puedo oír el sonido más sutil pero no mi propia respiración. Sé que mi corazón aún late porque golpea contra mis costillas pero no siento su errático ritmo devolviendo la sangre a los miembros, porque ya no hay nada que pueda devolver.

Y sigo contemplando este momento desde mi lado, sabiendo que no se volverá a repetir, mirando cómo todo se vuelve borroso, cómo ya da igual si es lunes o jueves, si el cielo es azul o no.

Entonces te separas de mí y me dejas casi inerte en el suelo, mientras me sonríes dulcemente, sabiéndote conocedor de mis secretos, de mis sueños rotos, de mis lágrimas y de mis recuerdos. Y tu sonrisa se ensancha enmarcando tus dientes en labios sonrojados, dejando entrever dos afiladas puntas blancas casi rondando las comisuras... Y después no veo más. He cerrado los ojos. Ya llega mi final, mientras me acaricias delicadamente la mejilla, cuando todo se detiene, y finalmente pierdo conciencia del mundo.
Está sonando: Requiem for a Dream.