martes, septiembre 27, 2011

Beatha: Tres son multitud

Bueno, Noa me ha sacado de mi retiro espiritual y me ha motivado para escribir esto. Así que va dedicado a ella. Y también a Tom, a quien le hablé de esto hace tiempo, en la KDD de Granada. Y bueno, que por fin me saco esta parte de la trama de la cabeza, que lleva como dos años en mi mente y yo sin escribirlo.

Aviso de que ESTÁ SIN BETEAR. Y que tengo sueño. Y que escribir escenas explícitas me cuesta mucho. Lo siento.

Disfrutadlo.

Y por cierto, bienvenido, Jonay, que sé que vas a leer esto xDD


----

Beatha: Tres son Multitud


Viernes por la tarde. Liam salió de su habitación a por su tentempié de media tarde -alguna chuchería- y le sorprendió ver a Sam sentado en el sofá. Con la tele apagada.

- Hey, creí que estabas fuera. ¿No has salido? -preguntó, extrañado.

Sam pareció salir de su enfrascamiento para mirarle algo incómodo.

- Ya volví.
- ¿Pero no habías quedado con Jim?
- Había.

De primeras, Liam no supo qué decir. Se sentó a su lado mientras un millón de preguntas se le agolpaban en la mente y se le atoraban en la punta de la lengua. Pero Sam habló primero.

- He cortado con Jim. O algo así.
- ¿Qué?
- Pues eso. Que hemos retrocedido al estado de “amigos sin derecho a roce”.
- Pero... ¿por qué?
- No buscábamos lo mismo, supongo.
- ¿Os habéis peleado?
- No. No ha pasado nada. Sólo hemos hablado. Yo he hablado con él.
- ¿Estás bien?

Sam esbozó una pequeña sonrisa.

- Tranquilo, que no ha pasado nada. Estoy bien, él está bien. Simplemente que esto no tenía mucho sentido. Sólo siento amistad por él. Nada más. Me parecía improductivo mantener una relación.

Aun así, Liam sentía que tenía que hacer algo por él. Era Sam. Siempre estaba para él, para cualquier cosa.

- ¿Quieres que salgamos? Esta noche. De borrachera.

Sam le miró de arriba a abajo, divertido.

- ¿Que te quieres venir de copas conmigo? ¿Tú? ¿El señor monje de clausura sin voto de castidad?
- ¿Y por qué no? -espetó Liam. Sam rió.
- Es que no ha sido una ruptura-ruptura ni estoy hecho polvo...
- Bueno ¿y qué? Vamos a celebrar que estás en el mercado, y si de paso ligas, pues eso que te llevas, ¿no?
- Ligar... no te lo crees ni tú.
- Venga ya. Tienes mucha labia.
- Y tú mucha carita de niño bueno. Me robas la mercancía -pinchó.
- Vale, pues hoy no te la robo. Te lo prometo.

Sam fingió pensárselo.

- Bueeeeno. Pero tenemos que volver al borde de la intoxicación etílica. Si no, no vale.

Liam sonrió de oreja a oreja y dio unos saltitos en el sofá, excitado.

***

La música de la discoteca era estridente y estaba más alta de lo aconsejado, pero Sam se encogió de hombros mentalmente y le dio un trago a su cocktail. No sabía de qué era y había perdido la cuenta de cuántos llevaba encima porque Liam lo tenía muy entretenido. El maldito estaba más guapo que de costumbre (o se lo parecía a él) y no paraba de sonreírle. Si no estuviera más que seguro, diría que estaba coqueteando con él. Pero lo que estaba era borracho como una cuba.

Una vez más aquella noche, Liam le sonrió con una gran sonrisa alcoholizada y, tirándole de la mano, se lo llevó a la pista de baile. Liam nunca bailaba, pero Sam sí, y esa noche era la noche de hacer las cosas que le gustaban a Sam.

En realidad daba igual el ritmo de la canción, porque los dos iban hasta arriba de chupitos y demás brebajes etílicos, y cada cual se movía según le pedía el cuerpo. Y el cuerpo les pedía bailar más pegado de lo aconsejable. Liam se pegaba a él y Sam no sabía si era para mantener el equilibrio, o porque quería lo que él siempre quería. Y Sam, desde su conciencia borracha, se preguntaba si iba a poder contenerse.

El momento fue interrumpido desagradablemente por una voz que chilló entre la multitud, abriéndose paso.

- ¡Liam!

Allí estaba. Era aquella chica asiática que había estado por casa en alguna ocasión, y que tenía nombre de perro, tal era la opinión de Sam. Quizá era mona, pero a Sam le asqueaba su rostro redondo y su nariz pequeña y ligeramente ancha y sus labios gruesos.

Liam, para su disgusto, se despegó de él.

- Ey, Tina. Cuánto tiempo -le sonrió. Sam quiso borrarle la sonrisa a puñetazos. Había estado tan cerca. Ella se encogió de hombros.
- Es que te dejas ver poco.

Aquella arpía se acercó a Liam y le susurró algo en la oreja mientras lo sobaba con cierto disimulo, que para él no era para nada disimulado. Vio a Liam lamerse el labio y lanzarle una mirada fugaz.

- Esta noche estoy con él, Tina.

Ella le conocía. Sabían que eran compañeros de piso. Habían tenido conversaciones fugaces cuando se la había encontrado por casa.

- Bueno, él puede venir también. Si quiere.

Empezaba a imaginarse qué quería decir. Estaba seguro que Tina era consciente de que estaba interrumpiendo, que la manera en que los había encontrado daba a entender muy bien lo que habría ocurrido si ella no hubiera llegado de repente. Liam tomó aire y frunció el ceño mientras volvía a mirarle, como preguntándole con la mirada.

- No creo que quiera... -respondió, vacilante. A Sam le zumbaban los oídos. Liam quería irse con ella. Se lo leía en la cara.
- Bueno, si no se atreve...

Quizá debería haberse mordido la lengua. Lo habría hecho si el alcohol no hablara por él, impidiéndole pensar.

- ¿Quién ha dicho que no me atrevo? -le espetó.
- Demuéstralo -atajó ella.

Ya no escuchaba la música. La música era una cacofonía lejana. La gente que se apelotonaba a su alrededor era algo en un segundo plano, muy, muy lejos de ellos. No podía dejar de sentir el calor cercano de Liam, no podía evitar oler su pelo -menta-, y no podía parar de mirarle los labios. Esos labios tan cercanos, tan deseados, que se moría por besar y mordisquear hasta que se enrojecieran.

No se contuvo. Agarró a Liam por el cuello y le besó de forma directa, sin rodeos y con ansia. Como respuesta obtuvo que unos dedos se le enroscaran en la cintura y un cuerpo se apretara contra él.

Estaba seguro que era el primero al que besaba tras haberse hecho aquel piercing, y el contacto del metal contra su propia lengua le excitó hasta límites no imaginados. Nunca habría pensado que se estaría agarrando del culo de Liam como si no hubiera mañana mientras le comía la boca en la mitad de una discoteca, pero es lo que estaba ocurriendo.

De alguna forma recordó que estaba intentando de demostrar algo, y terminó el beso, tratando de no lamerse los labios, mientras miraba con fiereza a la chica.

- Y ahora qué -retó Sam.
- Seguro que no eres capaz de repetirlo. En mi casa.

Sam no la odiaba. No realmente. Pero sí la veía como una rival. Y odiaba que le retaran, que insinuaran que no era capaz de hacer cosas. Lo que fuera.

- No vayas de valiente, que seguro que tú sí que no serías capaz -le respondió.
- ¿Qué te juegas a que sí?

***

Liam jadeó contra la puerta mientras Tina buscaba la llave para abrir. Sam había aprovechado para ir ganando terreno y se esmeraba en comerle el cuello, mientras Liam se agarraba a él porque le temblaban las rodillas.

Sam no quería pararse a pensar en lo que estaba ocurriendo. No era sólo el reto de Tina. Era Liam. Liam, quien no se oponía a la idea de que dos personas se retaran entre sí a acostarse con él. Liam, quien no parecía tener ningún problema ante la idea de un trío. Liam, que respondía a sus besos con las mismas ganas y que temblaba bajo sus caricias.

Se dirigieron a la habitación de ella a oscuras y trompicones, desnudándose por el pasillo. Al llegar a su cuarto, Tina empezó a desabrocharle el pantalón a Liam y Sam, tras él, comenzó a besarle los hombros. En la penumbra notó a Liam inclinarse para besar a Tina mientras los pantalones caían con un ruido apagado, y notó cómo ella se entregaba mientras lo manoseaba y se separaba.

- Sam, ¿te ves con valor? Si de verdad no eres capaz, puedes mirar, si quieres.

Se notaba que no lo decía en serio. Sólo quería picarle, incitarle. La risa de ella flotó por la habitación mientras se sentaba en un sillón junto la ventana y les miraba. Le estaba dejando vía libre.

Liam reaccionó antes que él. Se giró y le empujó contra la cama y se subió a horcajadas. Si por un momento hubiera tenido dudas de que Liam quisiera aquello, se disiparon en aquel mismo instante. Sam no era el único que actuaba con posesividad aquella noche, porque en un momento se vio apresado contra el colchón y siendo atacado por varios flancos. Y Liam mordía. No mordisqueaba. Mordía. Le mordía la piel, hambriento. Los hombros, el estómago, la cadera. Se vio despojado de sus propios pantalones de golpe y se olvidó de respirar cuando Liam le engulló.

Resultaba molesto pensar que no estaban en casa, y que, sobre todo, no estaban solos. Tina les miraba, sin perder un detalle, desde el sillón, mientras se tocaba sin pudor alguno. Agarró a Liam y lo tumbó sobre el colchón para meterse entre sus piernas y morderle el cuello con voracidad mientras le masturbaba. Estaba claro quién iba a ir en el medio, y empezó a prepararle para ello.

Liam le clavaba los dedos en la piel. Sabía que le habría arañado la espalda si no se mordiera las uñas. Se removía bajo él con ansiedad, y mientras Sam le tocaba sin perder detalle de cada reacción.

Una mano les pasó un condón y Sam no se detuvo a pensar, no quiso, que era Tina, quien se había acercado a ellos y había comenzado a acariciar a Liam, sin perder detalle. Se colocó entre sus piernas y se dejó llevar.

***

Le despertó un bocinazo proveniente de la calle. Sam parpadeó confuso, sin recordar dónde estaba y notando el molesto dolor de cabeza que producía la resaca. Un bulto se movió a su lado y tardó en procesar que se trataba de Liam. No había ni rastro de Tina.

Se levantó de la cama, consiguiendo no despertar a su compañero y recorrió despacio el pasillo. Había un post-it en la nevera. “Coged lo que queráis de la nevera. T.”, decía éste.

Sabía muy bien lo que había ocurrido aquella noche, pero la simple nota le hizo recordar la última parte. No tenía ni idea de qué iba a pasar a partir de entonces. Iban muy borrachos. Pero esa excusa la había usado en Beltaine, aunque bien era cierto que en aquella ocasión no había bebido tanto. No como esta vez. Trató de no pensar demasiado en las escenas que se agolpaban en su mente, en aquello que había ocurrido sólo unas horas antes. Sabía bien que Liam, pasado de cervezas, se tiraba cualquier cosa con dos piernas. Era justo lo que había ocurrido. La única diferencia es que esta vez habían sido dos pares de piernas las que se había pasado por la piedra en una misma noche, casi al mismo tiempo. Diferencia que había sido producto de un reto. Al igual que había sido un reto para Tina y él mismo, que habían peleado por cada reacción de Liam.

Se sirvió un poco de café que había en la cafetera y lo metió a calentar en el microondas. Apenas hubo cerrado la portezuela del aparato, Liam entró en la cocina, luciendo casi igual de confuso que él.

- Hey – atinó a decir mientras el microondas pitaba. Liam le respondió con uno igual y miró su taza con curiosidad-. Café. Tu amiga nos ha dejado una nota diciendo que podíamos desayunar.

Su cara, al escuchar la palabra “amiga”, se volvió roja.

- Oh, Dios –gimió, tapándose el rostro con las manos, luciendo muy, muy avergonzado.
- ¿Dios? Tío, Dios se está tapando los oídos con los ojos apretados desde anoche.
- Te juro que no imaginé que iba a pasar nada de esto. Lo siento. No quería que esto pasara. Tú y yo... y ella. Joder. Estaba muy borracho. Lo siento, Sam. De verdad. No entraba en el plan de salir a tomar algo.

Parecía tan avergonzado que parecía que incluso encogía de tamaño y Sam era incapaz de molestarse con él de ninguna manera. Por mucho que le doliera que le incluyera en el fiasco. Hizo de tripas corazón, nuevamente.

- Sólo prométeme que no vas a traerla a casa más. No sería capaz de mirarla a la cara. En la medida de lo posible pienso seguir evitando estar cerca de partes íntimas femeninas desnudas en lo que me queda de vida.
- Descuida.

***

Al salir a la calle, Sam se puso su chaquetón y comenzó a caminar junto a Liam, que no había vuelto a decir nada desde la conversación en la cocina. Metió las manos en los bolsillos y se encontró con un trozo de papel en uno de ellos. Era otro post-it.

Ponía “Buena suerte”.

No hay comentarios: