viernes, septiembre 17, 2010

Beatha: Virgo

Entrada sin betear. Me he acordado de que era mi cumpleaños (y el de Liam) a menos de dos horas de medianoche, y gracias a que mi beta, Maya Takameru me ha hablado por msn, que si no ni ésas xD

Está sin betear hasta que mi señora beta tenga a bien echarle un vistazo, y que por cierto, tengo que anunciar que me ha escrito algo (ID A LEERLO, OS LO ORDENO), así que disculpad las posibles faltas y errores y el caos de tiempos verbales, repetición de palabras, superpoblación de comas y demás fauna que normalmente no veis xD

Sólo me queda por decir que el fic tiene lugar el 17 de septiembre del 2013 y que: BREITHLÁ SHONA DUIT!



BEATHA: VIRGO

Se despertó con unos labios sabor café sobre los suyos.

Había ciertas cosas, pequeñas cosas, detalles, que le encantaban. Y uno de ellos era ese beso de buenos días con sabor a café. Amargo, pero con un pequeño toque de azúcar. Caracoleó entre las sábanas y extendió una sonrisa adormilada en su cama. Recibió un segundo beso en la mandíbula.

- Despierta, marmota. Es hora de levantarse.

Liam extendió los brazos y capturó a Sam, abrazándole por el cuello. Éste aprovechó la cercanía para depositar algún que otro beso extra bajo la oreja. Olía a champú y aftershave. Probablemente había llegado del trabajo no hacía mucho. Eso lo despertó del todo. Miró el reloj. Las cuatro de la mañana.

- No entro a trabajar hasta dentro de tres horas...
- Podrías disimular lo poco que te alegras de verme -bromeó Sam.

Desde que tenían horarios de trabajo distintos -Liam de 07.00 a 14.00 y Sam de 20.00 a 03.00- no tenían mucho tiempo libre juntos entre semana, así que Liam se había acostumbrado a ser despertado de madrugada. A estas alturas ya no le importaba demasiado, dado que por las tardes solían dormir un rato. Pero Sam no parecía tener ganas de tumbarse. Lo más extraño de todo es que estaba vestido. Liam se alarmó.

- ¿Ha pasado algo?
- No y sí. Vístete, tenemos que ir a un sitio.

Ante la cara de susto de Liam, Sam le tranquilizó.

- No ha pasado nada malo. Sólo quiero que te vistas.

Sin una pizca de sueño ya en el cuerpo, Liam obedeció. Se puso unos vaqueros y una sudadera.

- ¿A dónde vamos? -preguntó.
- A un sitio, te he dicho -habló mientras sacaba un bolso de viaje-. Pon lo que te fueras a poner para trabajar aquí, por si tardamos más de la cuenta, y te cambias en el hospital.

Liam no supo qué pensar. No quería desconfiar, pero que le levantaran a mitad de la noche para ir a algún sitio no era de lo más tranquilizador.

Sin decir mucho más, poco después Sam lo hizo subir al Clio azul. El sonido de la puerta del coche se le antojó escandalosamente ruidosa a esas horas, y al ver que estaban saliendo de la ciudad, Liam se apretó contra el cristal y miró a su pareja con cautela. Éste rió.

- Cálmate, no vamos a tardar mucho.

A estas alturas su mente bullía de actividad. Habían salido de la ciudad. ¿Dónde demonios iban a esas horas de la noche? ¡Tenía que ir a trabajar en unas pocas horas!

En mitad de la nada, Sam tomó un desvío y luego paró el coche. Después de salir, abrió el maletero y sacó un bolso de deporte y un par de linternas.

- Coge la manta del asiento trasero y ven.

Perplejo y muy intrigado, el joven le siguió. No sabía si acribillarle a preguntas o regañarle. Comenzaron a subir un cerro y a mitad del camino Sam se detuvo para cogerle de la mano. Era una cuesta empinada y sabía que le costaba mucho esfuerzo. Alcanzada la cima, su pareja se detuvo y abrió el bolso, sobre el suelo. Liam reconoció lo que había en el interior al instante.

Su telescopio. Repentinamente, puso toda su atención en el cielo. Faltaban dos noches para luna llena y había pocas nubes. Cierto era que hacía bastante tiempo que no tenía la ocasión de observar la noche a cielo abierto, pero no entendía por qué tan repentina excursión. Escuchó un resoplido y vio que Sam le miraba divertido.

- No había ningún huerto disponible al que llevarte, así que te he traído a un cerro.

Sam ya había colocado el telescopio sobre el suelo y tomó la manta que llevaba Liam bajo el brazo, la extendió y se la puso a éste sobre los hombros.

- Arrópate, que hace fresco -dijo, mientras sacaba un par de folios del bolsillo de su chaqueta-. Ahora, por favor, ubica el trasto este en la constelación de Virgo.

Liam sabía que si preguntaba, Sam no le diría nada, así que se limitó a seguir sus instrucciones. Una vez localizada, el joven moreno le dictó una ascensión y una declinación específicas.

- A ver si sabes cuál estrella es -le oyó decir.
- ¿Ésa? No tiene nombre.
- Y luego dices que sabes mucho de Astronomía. Menudo timo -resopló. Liam frunció el ceño.
- Hay demasiadas estrellas en cada constelación y no todas tienen nombre aún -se defendió.
- Pues esa tiene nombre.
- Sam, estoy suscrito a varias revistas de Astronomía. Si tuviera nombre ya me habría enterado.

El aludido se limitó a extenderle una pieza de papel con la ascensión y la declinación que había usado y el resto de datos sobre la estrella en cuestión. El nombre de ésta: Liam.

- Feliz cumpleaños.

Perdió el habla. Junto a él, Sam le miraba sonriente.

- Si no te gusta te jodes, no podemos devolverla -comentó burlón. Después, su voz sonó más dulce y algo cohibido, cosa que no solía verse en él- Éirinn me ayudó. Sabes que yo no tengo ni idea -al ver que Liam no mediaba palabra, insistió- ¿No opinas nada?

El aludido dejó el telescopio y se acercó, aún en silencio. Miró su reloj y después le abrazó. Sam no podía comparar aquel abrazo con ningún otro anterior, era diferente. Y después fue el destinatario de un beso que dejaría por los suelos a los besos de película más recordados, que le hizo temblar las rodillas y le convirtió el cerebro en gelatina.

- De nada -sonrió, cuando recuperó la voz y la facultad del habla.

Al poco descubrió que Sam había traído también un termo de chocolate caliente y una magdalena con una vela encima, que encendió y le obligó a soplar. Juntos, contemplaron el amanecer bajo el tímido brillo de Liam, la estrella.

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