lunes, abril 13, 2009

Beatha: Propiedad (+18)

Bueno, primera de las peticiones terminada. Dedicado a una de mis pequeñas Blacktardas, [info]taconesrotos . También va dedicado a mi tata, que me dio una idea que generó gran parte de lo que vais a leer aquí, y desde aquí se lo agradezco. Gracias también a otra de mis Blacktardas, [info]misspiruleta , que ha beteado la parte sucia de esta cochinada xD y como siempre a [info]maya_takameru por ser un hacha, por su paciencia y su beteo express, que la tengo loquita perdía con la superpoblación de comas y los tiempos verbales. Y mis expresiones raras.

Así que como pidió la señorita, al rico drabble (o no tan drabble, que han sido seis paginitas a word, creo que es mi capítulo más largo xD). Que lo disfrutes, pelandrusca mía.

Este capítulo tiene contenido adulto chico/chico. Quien no le guste, que se evite un disgusto leyendo.

Situado a primeros de septiembre de 2013.

BEATHA: PROPIEDAD

No había mucho trabajo por hacer. Parecía que, a excepción de los jubilados, un par de alergias y un virus estomacal, la gente estaba bastante sana aquel día. Y Liam se sentía feliz por ello, pero eso no le impedía aburrirse.

Podría irse a la cafetería, como acostumbraban todos, enfermeras incluidas, a pasarse el día allí. Los hospitales estaban abiertos las 24 horas al día porque había enfermos las 24 horas del día, no para que sus colegas se pasaran el día "desayunando". Algún día se lo escupiría a alguno de sus compañeros de trabajo con una buena dosis de sarcasmo. Aunque no quería decir que se llevase mal con los demás médicos.

"Panda de zánganos", masculló. Por orgullo propio, por mucho que le apeteciera irse a la cafetería se negaba a hacerlo. Y en un recodo muy oscuro de su conciencia, se convencía de que lo mejor era no ir, por aburrido que estuviera. No fuera a ser que le gustara demasiado, o algo.

Se asomó al pasillo, incluso, un par de veces. Quizá hubiera algún paciente esperando en el pasillo, aunque fuese a otro doctor. ¿Y si bajaba a Urgencias? Allí siempre había algo que hacer. O podría ir a recepción. Dora y aquella otra enfermera, cuyo nombre nunca recordaba, pero a la que había bautizado "el loro", o "la sombra" o similares; seguro que le daban charla.

No, no estaba TAN desesperado.

También podría ir a por Sam, a Urgencias, y escaquearse a comer algo fuera. Todos sabían que ambos se llevaban bien, pero nadie tenía ni idea de hasta qué punto. Liam aún ni apenas lo había asimilado. Llevaban juntos un mes escaso. Quizá porque habían exprimido hasta la última gota el término follamigos, quizá porque ya le era imposible ignorar que Sam tenía sentimientos por él desde hacía tiempo. O bien porque Sam, a él mismo, ya no le era indiferente como un compañero de piso, un amigo, o uno con derecho a roce. Habían sido casi cuatro años de negarse a tener pareja, a enamorarse siquiera, y todos le habían dicho ya lo tonto que era por no darse cuenta de que Sam era un buen chico. Y lo era, realmente. Aunque le sacara de sus casillas la mayor parte del tiempo. Pero le quería, a su manera.

Casi como si le hubiera invocado, Sam apareció por la puerta, sin llamar. Con el brazo cubierto por una toalla ensangrentada.

- ¡Joder! -atinó a decir Liam, cuando reaccionó del susto- ¿Cómo cojones te has hecho eso?

- Lo mismo me pregunto yo -respondió el aludido, sentándose en la camilla tranquilo, de un salto.

Liam, de vuelta a su rol de médico en menos de un segundo, tenía ya unos nuevos guantes de látex colocados y dirigía sus manos hábiles a estudiar la herida, haciéndose de una buena ración de agua oxigenada y gasas para limpiar y curar la zona.

Su preocupación se tornó crispación cuando comenzó a ver que debajo de toda aquella sangre no había herida. La sonrisa del otro joven, junto con sus ojos azules brillando de malicia, le mosqueó más todavía. Odiaba que le tomasen el pelo.

- ¿Te diviertes? -dijo, tirando los guantes con más fuerza de la necesaria a la papelera, junto con las gasas.

- Alguna excusa tenía que traer...

- La próxima vez te metes la excusa por el culo. ¿Te parece bonito venir ensangrentado? ¿Crees que es gracioso? Ja-ja-ja. Me río de la gracia -dijo a desgana, cabreado- La próxima vez que me líes una de estas te vas a acordar de nuestra relación anterior. Ésa en que te salían granos del tamaño de pelotas de tenis en la cara. En Urgencias se ocupan de los cortes como ése -dijo, preparándose para echarlo- No sé qué haces aquí.

- La próxima vez me dejas terminar de explicarte -Sam seguía con su maldita sonrisa. A Liam le daban ganas de rompérsela a puñetazos. No se jugaban con esas cosas-. Mis compañeros me han visto trastear con la toalla y la sangre falsa. Les he dicho que iba a darte un susto. No hay mucho que hacer hoy -comentó, sin perder la calma-. Y además, en Urgencias no está mi novio.

Qué raro sonaba. Novio. Pero la misma palabra disipó de un plumazo el enfado de Liam. Sam se dio cuenta y ensanchó su sonrisa, con menos maldad y más ternura en sus labios, mientras bajaba de la camilla y se acercaba a él con un par de pasos, posando sus manos en la cintura del otro. Aun sobre el jersey, la camisa y la bata de médico, notaba el contorno, el relieve de su cuerpo. Era algo que le encantaba. Le resultaba de lo más erótico. Le metió las manos por dentro de la bata, que estaba abierta, y con las manos ahora en sus caderas, las obligó a balancearse mientras atraía a su dueño hacia sí, con aquel aire inconfundible. La mirada de sus ojos en aquel momento provocaba a Liam dificultad para tragar saliva. Transmitían algo que nunca se podría poner en palabras. Le invitaban a viajar a otro lugar donde sólo estaba el azul de aquella mirada.

Y le incitaban a ir más allá.

Pero por suerte o por desgracia sólo lograron ponerle nervioso. Al fin y al cabo, estaban en el trabajo. En una sala donde se trataba la salud de personas que venían allí porque no se encontraban bien. No era el sitio adecuado para dejarse llevar.

Estando tan juntos como estaban, no tardó demasiado en observar que él se acercaba a, sin duda, besarle. Echó la cabeza hacia atrás para impedírselo.

- Sam, qué haces -no era una pregunta en realidad- Estoy trabajan-.

No logró terminar la frase porque éste ocupó su boca. Y quería resistirse. De verdad. De verdad que lo hacía. O lo intentaba. O quería intentarlo. Pero es que aquella forma de besar era una tentación demasiado grande. Y ambos lo sabían.

Liam estaba por rendirse -al menos un poquito-, cuando llamaron a la puerta. Sobresaltado, mandó a su compañero a esconderse bajo la mesa justo antes de que la puerta se abriera. Como si les hubieran pillado con las manos en la masa.

Era una paciente.

- ¡Señora O'Callaghan! ¿Cómo está?

La anciana sonrió cariñosamente al doctor y se sentó en la silla frente el escritorio. Casi lo había adoptado. Cada dos por tres le estaba regañando para que comiese en condiciones y buscase una novia decente. Había sido madre de dos hijos, uno fallecido en un atentado y otro que había emigrado, así que solía derrochar mucho cariño en él. Había llegado a traerle comida. Liam la imitó, tomando asiento.

- Oh, yo muy bien. Hoy no vengo por mí, hijo. Es mi Frank. Que se le han acabado sus pastillas.

- Pero señora, ya le he dicho otras veces que sin... -casi se le olvidó respirar cuando notó la cremallera de su pantalón bajar, tras notar saltar el botón. Se habría abofeteado a sí mismo de no hacer el ridículo más frente la mujer- ...s-sin el paciente, no debo recetar más medicamentos. Debería examina-aaar... a su marido...

Sí, seguramente, acababa de hacer el ridículo total. O al menos, acababa de parecer idiota. Se había tensado, y juraría que se le había estirado el cuello y todo. Pero Sam no se había contentado con bajarle la cremallera. Estaba tocando piel. Piel que prefería no pensar a dónde pertenecía. Era momento de comenzar a rezar mentalmente. Para que parase. Sam. O que la señora O'Callaghan se marchase. Y a cada segundo que pasaba deseaba más la segunda opción. Consiguió disimular con un carraspeo.

- Pero ya sabe cómo es de cabezota. Y gruñón como él solo. Está empecinado en que está mejor, pero le veo tomarse las píldoras a escondidas. Aunque lleva semanas refunfuñando que ya no las usa porque está bien.

- Pero usted no sabe cómo -pausa para apretar los labios y tratar de serenarse- está. Si está mejor o peor. Eso tendría que verlo yo -explicó.

- Lo siento, doctor, pero... -la vieja pegó un salto en su silla cuando Liam soltó de forma repentina una patada al escritorio- ¡Dios Bendito! ¿Está bien?

- S-s-sí -respondió, no muy seguro de a lo que estaba asintiendo. Pálido. Se le iban a salir los ojos de la cara del nerviosismo- Me ha dado un calambre en el pie -mintió rápidamente. Sam había decidido prestar una húmeda atención a su persona. Maldijo mentalmente al escucharle soltar una risita que, por suerte, no llegó a oídos de ella. Como siguiera así iba a escandalizar a la pobre mujer. Por favor, que no hiciera aquello con la lengua. Que no lo hiciera...

- ¡Debería cuidarse más! -como si no tuviera bastante, le regañaban- Igualito que mi Frank, cortaditos del mismo patrón, los dos.

- Señora...

Pero ella no le dejó hablar.

- Y mira qué ojeras me trae. Que un día se nos va a caer muerto en la puerta del consultorio.

- ... Señ...

- Seguro que no me come nada. Ni hamburgüesas de ésas, aunque sea.

- ...

- Pero mira lo canijo que está. ¿Se encuentra bien?

Liam tuvo que acordarse de lo que era hablar. Y justo cuando iba a responder, al médico de incógnito que se escondía entre sus piernas se le ocurrió usar la lengua de aquella, tanto temida como deseada, manera. Y se le cortó el hilo del pensamiento durante un instante.

- Aaah... -se le escapó, apresurándose a apretar los labios y aguantar la respiración- Otro tirón. M-maldita sea. Tengo la pierna hecha una desgracia hoy. Habré dormido de mala postura.

- Ay, hijo, si es que no se cuida -la mujer seguía con su sermón, meneando la cabeza y mirando al cielo. O al techo. Liam no acababa de entender por qué hacían eso. Sería cosa de cristianos.

- Tráigase al señor O'Call -siseó, y metió una mano bajo el escritorio. La anciana pensaría que era para sobarse la pierna. Pero más bien era para parar el vaivén que comenzaba a adquirir el desgraciado que estaba allí abajo- O'Callaghan mañana y le haré un reconocimiento. Y que no tome alcohol, que se venga en ayunas para los análisis.

Con esto, esperaba que la mujer entendiese la indirecta y se marchase. Ésta se levantó y se colgó el bolso en el hombro de nuevo, atrapándolo bajo la axila. Como el 90% de las ancianas que iban allí.

- Disculpe que no me levante a despedirla -dijo él, apurado. Normalmente se ponía en pie cuando sus pacientes se marchaban. Le parecía cordial y de buena educación- La pierna -excusó.

- No se preocupe, hijo, que no pasa nada. Mañana me paso entonces, a ver si consigo convencer a mi Frank. Viejo cabezota. ¡Cuídese y hasta mañana, si Dios quiere!

La mujer cerró la puerta y Liam se apresuró a cerrarla e insonorizarla mágicamente.

- Si Dios quiere, dice. Me cago en los putos Fomorianos noventa millones de veces, Sam -el aludido atinó a reír cuando gimió su nombre, resoplando por la nariz y con la boca ocupada, provocándole a Liam un inevitable escalofrío-D-debería matart... matarte y mañana estaría a laaah joder... a la fuga.

Había cerrado los ojos y echado la cabeza hacia atrás. Todavía estaba agitado por la esperpéntica escena sucedida, y definitivamente Sam estaba haciéndolo muy bien, maldita fuera su estirpe. Éste siguió con su tarea un poco más, deteniéndose para mirarle maligno. Y Liam lo supo porque en ese momento le miró, preguntándose por qué había parado.

- ¿Qué pasa si paro ahora? -comentó, malicioso, pasando la yema del índice por toda la extensión de su erección.

- ¿Que qué pasa? -dijo entre dientes. Le arrearía un puñetazo, para empezar, si se paraba de verdad- ¿Y qué pasa si a partir de ahora duermes en el portal? Te juro que como no termines lo que has empezado te vas a dormir con el vagabundo de la esquina.

Sam sólo sonrió, hasta que sus ojos formaron una línea y el azul de sus ojos se ocultó tras sus pestañas oscuras.

- Levanta, que te voy a quitar los pantalones -ordenó, echando mano a la prenda y haciendo ademán de bajarla. Liam obedeció sin chistar.

Siguiendo sus instrucciones, se deslizó un poco más en la silla y abrió más las piernas, para permitirle al moreno una mejor posición, que comenzó a prepararle no mucho después. No acababa de ser un sitio cómodo donde hacerlo. Se habían acostumbrado demasiado a la comodidad de la casa que compartían. Y a la intimidad de ésta. Y definitivamente, comodidades en aquel lugar, pocas. Pero el morbo lo compensaba.

No tardó demasiado en hacerlo, y de todas formas, Liam había estado listo bastante antes. Le escuchó susurrar un hechizo antes de sacar los dedos y notó un latigazo de calor por toda la columna. Sam le había enseñado aquel encantamiento no hacía mucho, pero aún no lo había usado, debido a la incompatibilidad de horarios que habían tenido últimamente.

- El escritorio -atinó a decir, enronquecido, antes de besarle, levantándole de la silla y atrapándole con suavidad el rostro para besarle profundamente antes de dejarle situarse en el lugar señalado. Sam le acorraló contra el mueble para apoyarse, más que sentarse, y se pegó a él. Su compañero se dejó hacer mientras le rodeaba el cuello y ocupaba su boca. Notó a Liam sonreír y de repente sus pantalones cayeron, desabrochados. No supo cómo lo había hecho pero no le importó demasiado.

Sujetando una de sus piernas comenzó a entrar en él. No había planeado aquello. Sólo había querido hacerle rabiar un poco. Robarle un par de besos. Proponerle salir a comer algo al Fish & Chips cercano. O uno de esos diminutos kebabs del Abrakebabra a precios prohibitivos, de los que tanto le gustaban a Liam, sobre todo si llevaban poco verde. Pero le gustaba mucho más aquella situación.

Le recorrió el cuerpo por debajo del jersey, sin haberle terminado de desnudar. No creía que Liam le permitiera desnudarle completamente en aquel lugar, de todas formas. Pellizcó su piel a placer, sin perder de vista su cara, mitad frustrada por no poder tocarle, mitad perdida en aquella sensación de sumisión. Aunque sabía que se moría por responder a cada una de las caricias, a más de una con un mordisco. Supo que lo anotaría mentalmente para la próxima vez.
- Apoya los pies, Li -le pidió. Eso le dejó las manos libres para inmovilizar sus caderas. La parte mala de Liam era su enfermedad. Sus pulmones, que nunca le daban tregua. Que funcionaban tirando a mal y le limitaban. Y esas limitaciones afectaban al ámbito sexual, por lo que no solía resistir durante mucho. Aunque él había aprendido a equilibrar aquello en cierta manera, evitando sus puntos más erógenos. Cuello, muslos. La espalda estaba a resguardo y la nuca bien protegida. Nada de colar las manos por su pelo. Pero aun así no dejó de tocar su cuerpo, a la par que se movía.

Sam nunca habría imaginado ver a Liam medio tirado en un escritorio como aquel. Con la cara roja y los ojos entornados, que le miraban furtivamente de vez en cuando. Su flequillo comenzaba a pegársele en la frente y el cuello, estirado, lucía tentadoramente blanco.

Era suyo. Y no iba a compartirlo con nadie. Atrás habían quedado los tiempos en que Liam traía a casa a alguien diferente cada vez. Ya no tendría que espantar disimuladamente a aquellos personajes esporádicos cuando salían. Ya no tenía que fingir que no le importaba pensar, saber, que otras manos le tocaban. Que podía estar con alguien en algún lugar haciendo cosas que no quería que le hiciera nadie más. Ahora era su pareja. Suyo, y de nadie más.

- Mío -dijo entre dientes. El simple pensamiento le encendió del todo, incrementando el ritmo y la intensidad casi sin darse cuenta. Se rindió a aquel cuello para morderlo y abrasarlo con el calor de sus labios y notó la vibración sorda de los gemidos mudos de Liam a través de ellos. Recorrió la mandíbula con la lengua y le atrapó el lóbulo de la oreja entre los dientes- Mío -volvió a pronunciar, con la voz temblorosa, ronca, casi inaudible. Inmediatamente comprobó que la piel de Liam se había erizado y le encaró. Tenía los labios rojos, el inferior un poco hinchado. Se lo había mordido, seguramente, para ahogar los sonidos de su garganta. Le gustaría escuchar su voz más a menudo, pero parecía que la reprimía, a excepción de cuando estaba borracho. Entonces se le escuchaba alto y claro. Se enterró en él, inclinándose tanto como pudo para alcanzar aquellos labios. Para besar cada centímetro de ellos. Para notar cómo su respiración subía en velocidad y en temblor cuando rozaba su lengua contra la de él de aquella manera.

Entonces le subió las piernas hasta los hombros y se escapó de su boca para rondarle el cuello nuevamente. Le apretó contra sí por un momento, incrementando aún más la cercanía de sus cuerpos además del ritmo. Sabía que estaba tan a punto como él.

De repente, Liam se escurrió con los brazos en la mesa y la golpeó con el dorso de la cabeza. Se paró durante un segundo, para comprobar si estaba bien, intentando no reírse.

- ¿Estás bien?

- Joder, noteparesahora -gruñó Liam, ofuscado- Luego te echaré las culpas, pero no te pares ahora.

Riendo entre dientes Sam reanudó el movimiento, cada vez más insoportable, cada vez más arrítmico, más cercano, escondiendo el rostro contra el cuello de Liam y notando las caderas de éste moviéndose a su vez más erráticas por momentos. Cerró la mano en torno a su erección para acabar con todo aquello y entonces le notó arquearse y apretarse contra su cuerpo, tembloroso. Y se dejó ir entre gemidos roncos, agitado, rindiéndose a la sensación.

Se tomaron el tiempo necesario para recuperar la respiración. Sin decir nada, ambos se incorporaron y Liam buscó sus pantalones mientras él se vestía también. Aquello seguía pareciéndole un poco irreal. La sala de consultas. Una habitación que ahora guardaba un secreto. Sam buscó su mirada mientras le veía subirse la cremallera, pero no la encontró. El aparente enfado de Liam volvía a estar allí. Y sabía que no era un enfado en realidad. Era más bien que estaba pensando lo que le haría de vuelta.

- Venga, vamos a salir. Te invito a comer -propuso.

- Te voy a desplumar -fue la respuesta, emitida con su voz más oscura. Y una sonrisa escondida.

Las comisuras de los labios de Sam se estiraron en otra similar y cerraron la puerta tras ellos.

La venganza sería terrible.


Recuerdo que las peticiones siguen abiertas (en mi livejournal. Enlace en la columna de la derecha). Aunque me gustaría recordar que no toda la vida es follisqueo. También puedo escribir sobre un Liam infante comiendo lombrices en el parque. xD.

Pasadlo bien. Y recordad, los comentarios son gratis (y ayudan a mejorar)

6 comentarios:

Opium Dwarf dijo...

Diossssssssss! k de risas me he pegao al principio! XDDDDDD ahi ahi sa imagen tenia yo ayer XDDDDDDD las clavao! XD k weno... Mu bien explicado, relatado y explicitado xD lo suficiente sin parecer askeroso pero si para imaginarlo y entenderlo... tata excelente! XD

Ariniel dijo...

Era así la imagen que habías tenido en mente? xD Dios tata, pos me alegro de haberla clavao. Y lo de las risas, bueno, es que soy una payasa y me tienen que salir las gilipolleces por algún lado xD.

Besos muchacha. Y gracias por el empujoncito xD

Unknown dijo...

buenisimo el cabezazo contra la mesa xDDD

Ariniel dijo...

el cabezazo con la mesa... es que si no escribía el cabezazo, reventaba xDDDDDD Qué payasa soy xD.

Anónimo dijo...

You're a DJ, i'm a song
Take me out and turn me on
Let yourself go (i'll be riding it)
Chicas bumping to the beat
From the side and underneath
Yeah my body's where this party's at (i'll be riding it)

When you're spinning it, i'll be riding it

Anónimo dijo...

¿La Sorrupia de su vesina le dise que adelgase? ¿Padese usted por ser patisamba? Nada mejor que una estansia en la dependensia de cualquier corporasion para realsar su bellesa y eliminar esa safia selulitis de seporra chorisera que tanto la asola. Haga usted como Tita, La Servera se realisó una liposucsion de brasos y un sursido de pescueso, realsando su tipaso de sincuentona y lusió sus pesones en Ibisa acompañada de un mosalvete salamero y sangolotino que gosaba del cuerpaso sarsuelero de la Servera