martes, abril 14, 2009

Beatha: Orgullo

Como siempre, gracias a maya-takameru por betear. Lo he escrito en el bus esta mañana. Ubicado en el 98-99. Ale, a pasarlo bien. Notas al final.

BEATHA: ORGULLO

No sabía dónde estaba Éirinn. Había salido de la biblioteca en dirección al aula de música, pero no había nadie. Y luego se había dirigido hacia el promontorio donde se hacía Astronomía, con la esperanza de que estuviera con el telescopio.

Era un rollo tener clases diferentes. Pasaba demasiado rato solo para su gusto. No estaba acostumbrado a eso, y echaba de menos sus comentarios fuera de contexto. Y definitivamente era una lata no compartir clase la mitad de las veces porque luego pasaba aquello, que no encontraba a su amiga.

Desganado, se sentó en unas rocas cercanas a una arboleda, a los pies del promontorio. La subida le había agotado y prefería descansar un poco. Sabía que no debía esforzarse mucho, por su respiración. Y estando allí solo mejor que se lo tomase en serio.

Su mochila pesaba más de lo que debía, además, y se arrepentía ahora. De haberlo sabido, habría dejado el libro en la biblioteca, o lo habría llevado primero al cuarto. Pero en lugar de sacarlo buscó unos dulces que le habían mandado desde casa y que llevaban la firma de su Maiméo. Estaban despachurrados por el peso de los libros, pero seguían estando igual de buenos.

No hubo probado apenas el primer bocado cuando escuchó unas voces desagradablemente cerca.

- ¡Lombriz McCubbin! ¡Mirad, es Lombriz McCubbin!

Eran Seán Morrison, Jerry Minehane y Samhradhán McNamara. Y eran unos idiotas. Hablaban siempre en inglés, como si se creyeran mejores que él. Se reían de él todo el tiempo porque no sabía inglés. Apenas había empezado a aprenderlo ese año, y lo aborrecía. ¿Por qué tenía que aprender inglés? Era irlandés. Y estaban en Irlanda. ¿Acaso eso no significaba nada? El inglés era para los ingleses, y él no pertenecía a un país de bárbaros imbéciles.

Minehane y McNamara eran muggles. Y los padres de Morrison, o bueno, su padre, porque su madre no vivía con ellos desde hacía tiempo, era un nacido de muggle.

Siempre se portaban como si él fuera mierda. Y no entendía bien por qué. Ser muggle no era mejor que ser druida, era igual, sólo que no podías hacer magia ni nada. Liam sabía que los druidas y los muggles valían lo mismo. Se lo había dicho su madre. Y mamá siempre decía la verdad.

Pero ellos no parecían pensar lo mismo. Casi ni habían terminado el primer curso y le odiaban.

- ¿Qué haces aquí solita, Lombriz? -le hablaban como si fuera una niña, pero no por ser niño tenías que llevar el pelo corto, pensaba Liam. Su hermano Patrick lo tenía largo, y su padre y su tío Feargus y su primo Seán. Y Daidéo Míchéal también, aunque ya lo tenía blanco. Pero de todas formas se reían de su pelo.

Lo que el niño no sabía era que también le llamaban niña porque Morrison, que compartía cuarto con él, les había contado a los otros que cuando se bañaba nunca dejaba entrar a nadie en el cuarto de baño, y que se tapaba el cuerpo entero con una toalla, como hacían las chicas. Lo que Morrison no sabía era que lo que el niño cubría era la cicatriz de su pecho, la de la operación. Cuando Liam entró en el Draíochta decidió que nadie, más que los necesarios, sabría de su enfermedad. En la Academia, de los cinco a los siete años, las profesoras le habían tratado como si se fuera a romper. Le abrían las puertas y todo y no le dejaban cargar con su mochila o la bandeja de la comida. Aborrecía sentirse inútil y, por tanto, esconder su cicatriz ahorraba explicaciones.
También estaban los problemas que acarreaba su enfermedad. La dificultad respiratoria, el cansancio casi crónico, la facilidad para enfermar por su falta total de defensas. Su salud delicada no era sino una razón más para que ellos se burlaran de él. Y lo ocultaba siempre que podía.

No les respondió. Total, iban a tergiversar cualquier cosa que dijera. Y tampoco podía decir gran cosa en inglés. Si les hablase en irlandés no le dejarían en paz.

- ¡Lombriz McCubbin! ¡Lombriz! ¡Lombriz! -corearon.

Liam se mordió la lengua para no dedicarles un insulto. Pero no era suficiente para ellos. Jerry tironeó de su mochila.

- A ver qué lleva la lombriz -parloteó éste. No pudo entenderlo todo, pero lo suficiente para ponerse de pie y enfrentarle.
- ¿Y qué comes, Lombriz? ¿Mierda? -se burló McNamara.

Nadie llamaba "mierda" a la comida de su abuela.

- No es mierda. Es brownie.

Con un movimiento rápido, Morrison le tiró el dulce al suelo de un manotazo y Liam respiró hondo para conservar la calma. El brownie no importa, se repetía. Pero sí necesitaba la mochila. Llevaba sus medicamentos, además de los libros.

- "Stair na hÉireann*" -leyó McNamara con un fuerte acento. Era el que peor hablaba irlandés de todos. Se trataba del libro que había escogido en la biblioteca. No era lectura ligera, pero le gustaba estudiar- Bah -dijo, antes de tirarlo al suelo. Jerry sacó el resto de libros y los fue lanzando de forma aleatoria aquí y allá. Sus apuntes revolotearon por todos lados.
- ¡Dejadme en paz! -gritó entonces Liam, nervioso. Los viales.

Jerry tiró la mochila, que impactó en los árboles. El golpe sonó a cristal rompiéndose. La medicina.

- ¡Idiotas! ¡Dejadme en paz! ¡Idos a la mierda! -chilló en su lengua madre. Ya le daba igual, estaba harto. No les había hecho nada y no merecía aquel trato.
- ¿Que nos vayamos a dónde, Lombriz? -Morrison tradujo a los demás. Ellos hablaban tan poco irlandés como Liam inglés, y también influía bastante el acento de Donegal, de donde también era éste- Agarradle, que éste sí que se va a ir a la mierda.

Intentó forcejear, sin resultado. McNamara le había inmovilizado por los brazos, y aunque logró propinarle una patada a Minehane no fue lo suficientemente fuerte como para hacerle un daño significativo.

Más tarde supo que gracias a la patada se libró de un puñetazo. Morrison tuvo la idea de quitarle los calzoncillos y sólo tuvo que meter las manos bajo el kilt. Un instante después los ondearon al viento.

- ¡Tenemos tus bragas, McCubbin! -se mofaron mientras él intentaba recuperarlos. Los colgaron en un árbol antes de que pudiese hacer nada para evitarlo, y luego se marcharon entre risotadas, dándole un último empujón antes de dejarle solo. Se levantó del suelo con las rodillas raspadas.

Liam suspiró pesadamente, mirando las ramas donde estaba la prenda. Si les hubiesen enseñado a convocar, recuperarlos no sería un problema, pero no podría aprender a hacerlo hasta el año siguiente, así que buscó piedras para tirar los calzoncillos al suelo y una vez conseguida una buena cantidad comenzó a lanzarlas.

También le sirvieron para descargar la rabia a través de ellas. No iba a contárselo a los profesores. Era algo personal, y él sabía cuidarse solo. Quizá le llevaría algo de tiempo, pero había un proverbio que decía que la venganza era un plato que se servía frío. Y él sabía esperar.

Los calzoncillos cayeron finalmente y Liam se acuclilló para recogerlos y ponérselos. Le dolía el pecho. Permaneció encogido, con los labios apretados y el ceño fruncido hasta que se le pasó.
Masculló un par de insultos y luego se puso a recoger todos sus apuntes, que gracias a la falta de viento no habían ido muy lejos. El libro de la biblioteca no se había estropeado, por suerte.

Al ir a recoger su mochila comprobó con cuidado el destrozo. Los ojos le picaron, pero se negó a llorar. Tendría que tirar el resto del dulce que llevaba y después sacó los cristales con cuidado de no cortarse. Se había salvado una poción por algún tipo de milagro, pero eso era todo. Tendría que ir a la Sala de Curas a reponerlas, y el Maestro Geraghty le regañaría por haberlas desperdiciado.

Se cargó las cosas encima como pudo y encaminó sus pasos hacia la Sala de Curas, que estaba más cerca que su cuarto, preparándose para la regañina.

Definitivamente, iba a CONGELAR su venganza.

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* "Historia de Irlanda"

Algún día os contaré por qué esos tres cabroncetes le tienen manía a Liam. Mientras tanto, con esto y un bizcocho... ~(8)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Menuda Sapatiesta tienen hasia el pobre Liam.