sábado, diciembre 27, 2008

Beatha: Películas

Felices fiestas, gente. Bueno, para quien le guste, esto se convierte en vuestro regalo de navidad xD. Para los que no, que se consideren saludados :P

Tras llegar de la cena de nochebuena me desvelé y me puse a escribir. Me dieron las siete de la mañana cuando finalmente cerré mi libreta y me acosté. No vamos a mentirnos, yo ya conocía esta faceta de Liam, pero nunca creí que fuese capaz de expresarlo en palabras, abrir una pequeña ventana para que vosotros la veáis también. Este drabble fue producto de un concepto (el que está marcado por un asterisco), totalmente fortuito, y mi propio frikismo.

Capítulo de Beatha ubicado entre septiembre del 2013 y finales del 2015 :D. Aclaración del asterisco al final. Disfrutadlo y divertíos tanto como me divertí yo escribiéndolo. Gracias a[info]maya_takameru por betear y a [info]ilenda por echarle el último vistazo :*******

Advertencia: subida de tono, sorpresas y mucho Liam/Sam. xD

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- En serio. Ya está bien de cachondeo -masculló Sam. Liam no había parado de hacer bromas durante alrededor de doce horas. Las que habían durado las tres películas juntas de El Señor de los Anillos.

- Oh, venga, Sauron*. No te enfades. Que se te va a irritar el ojo. Piensa en tu anillo.

Le volvió a dar la risa. Ya mencionara "ojo" o "anillo", el chiste era obvio. Parecía disfrutar que, por una vez, era él el que se burlaba y le tomaba el pelo.

- Fue divertido hasta la quinta vez, Liam. Ya no tiene ni puta gracia.

Oh, pero sí que la tenía. Se estaría partiendo el culo si no se tratase de él mismo. Bueno, ya bastaba de mencionar culos.

- ¿Y tú, qué eres, un puto elfo? ¿Un hobbit?

- No, porque tu otro ego es Sam. Que te aguante tu abuela -volvió a reír. Vale, tenía que haber pensado en las posibles bromas de su nombre antes de poner las películas en el reproductor de DVD.

- ¿Samsagaz? Sí, apuesto a que yo podría ser él. Pero entonces, cariño, tú serías Frodo. Indudablemente. Lloriqueando todo el rato "Oh, Saaam"... -medio gimió, imitando al personaje con dramatismo.

- Agh, cállate. No sabes apreciar una amistad como la de Sam y Frodo, ni entiendes ese vínculo criado-señor.

- Lo único que entiendo es que esos chiscaban detrás de los arbustos, fijo. Y el rollo que se traen Merry y Pippin también es bonito. Buenos amigos, ¡ja! El pobre Tuk tenía un cráter ahí abajo, que te lo digo yo.

- ¡Tío...! -se llevó un golpe por parte de un ofendido Liam. Odiaba la falta de canon en las películas, o en su punto de vista. Toda su fidelidad iba siempre para con los libros.

- Y Legolas y Gimli... -siguió diciendo Sam, mientras pasaba deliberadamente por alto la mirada amenazante de aquellos ojos castaños- El único que se salva... es Faramir, creo. Aragorn y Boromir hacen ojitos; Gollum y Déagol eran follamigos, y Éomer se emocionaba demasiado con cosas largas y puntiagudas. Incluso Gandalf y Saruman sacaban brillo a la vara de vez en cuando. ¿Cómo te explicas si no esa escenita de celos que le monta en Orthanc? Saruman le ponía los cuernos.

- Sí, con Sauron -se burló Liam, visiblemente molesto- ¿Tienes una maldita teoría de Tierra Media Gay?

- Sip -contestó a bocajarro.

- Elrond era hetero. Y también Elladan y Elrohir. Y Arwen. Y Cereborn y Galadriel.

- Blablabla. Un tío que se hace trencitas en el pelo no puede ser hetero.

- Yo me trenzo el pelo para los rituales -se defendió Liam.

- ...Y así te va -le picó- Elladan y Elrohir se lo montaban todo juntos. Además, es de carrerilla. Elladan y Elrohir. Elladan y Elrohir. Elladan y Elrohir. No se pueden separar los nombres. ¿No ves lo compenetrados que están mientras forjan la espada de Aragorn? Arwen... yo tengo la teoría de que es un tío. Y Galadriel se lo debía estar montando como mínimo en solitario porque yo a Cereborn no le veo muy feliz. Apuesto a que duerme en el sofá, o en camas separadas.

Liam dejó escapar un bufido, exasperado, dando una patada a la manta con la que aún estaban tapados, los pies sobre la mesilla frente el sofá; y la risilla de Sam se dejó oír en el salón, zumbando en los oídos del más delgado.

- Venga, no te enfades -le dijo juguetón.

La respuesta del aludido fue mirar hacia otro lado, molesto. No por el hecho de destrozarle la inocencia respecto al libro, que también; sino más bien le cabreaba que Sam tuviera ese don de poder hacer coñas de cualquier cosa de inmediato y conseguir chincharle, y que él no pudiera. Siempre ganaba Sam y eso le frustraba, porque no tenía suficiente picardía. Aunque, y nunca jamás se lo diría, eso era una de las cosas que más le gustaban de él.

El moreno se incorporó un poco y le acarició el hombro esperando respuesta, pero no la encontró.

- Vamos, enfurruñarte no sirve conmigo y lo sabes -le siguió hablando, travieso, mientras se ponía de rodillas en el asiento y le abrazaba con ternura. Sin respuesta tampoco.

Bueno, sí, hubo una: resopló.

- ¿Quién sería el pasivo, Sauron o Saruman? -rió entonces, y Liam volvió la cabeza hacia él tan rápido que bien podría haberse partido el cuello. Sorprendido. O más bien, horrorizado por lo que acababa de decir. Sam no pudo sino reírse.

La mención no era casual. Saruman era un sabio; Liam, según su novio, era un sabihondo.

- Saruman te va a partir la cara, idiota -siseó venenoso, mientras Sam, aparentemente ignorándole, se abrazó aún más y coló una de sus manos, helada, por debajo de su sudadera y su camiseta.

Hacía frío, no por nada era invierno. Concretamente, Navidad. Por eso habían tenido el día libre y podían pasarlo juntos, tirados en un sofá y haciendo una maratón de El Señor de los Anillos. Y tanta cercanía con Liam durante más de doce horas, no habiendo tenido tiempo libre común durante una buena temporada, sinceramente, hacía que su fuerza de voluntad y su aparente celibato se fueran a la mierda. Le mordisqueó suavemente el cuello, bajo la mandíbula, y le notó rendirse. Aparentemente, no era el único que había echado de menos un poco de acción.

- ¿Quieres ser mi Saruman? ¿O prefieres ser mi Frodo?

- Sigo prefiriendo ser Liam, gay obseso -el insulto iba en dirección a su particular teoría sobre la sexualidad de la Tierra Media, y le hizo reírse entre dientes contra su oído. A Liam no le iba nada eso de los juegos de rol. Al menos respecto a ese ámbito.

Iba a abrir la boca y dejar escapar algún otro comentario de los suyos pero el doctorcillo cortó todo intento de raíz cuando tiró de su camiseta para pegarlo a él, obligándole a sentarse a horcajadas sobre sus muslos para mayor proximidad. De no hacerlo se llevaría un par de mordiscos de venganza, o alguna de sus tretas viscerales. Con él nunca se sabía. Por eso era tan interesante el sexo con él.

Pero ese día no quería jugar demasiado. No, al menos, de momento. Se sacudió la manta, que se le había quedado enganchada en el pie. McNamara no podía pensar en una estúpida razón que justificara por qué no habían pensado en follar antes de la película, entre una y otra o durante ellas. No encontraba explicación, pero dejó de pensar en ello o en cualquier otra cosa cuando Liam tironeó de su camiseta sin muchos miramientos y atrapó su pezón derecho, el perforado, para después tironear levemente del piercing antes de chupárselo; y arrastrar sus dedos, largos y delgados, de músico, por la curvatura de su espalda, subiendo columna arriba. Decidió que no era una situación justa y procedió a bajar la cremallera de su sudadera completa e irremediablemente y colar ambas manos entre su pelo, tras desnudarlo de cintura para arriba. No era arbitrario. Le excitaba de manera notable percibir cómo se le ponía la piel de gallina si le acariciaba el cuero cabelludo con la yema de los dedos, o prestaba atención a su cuello. Y aquel punto fue su siguiente parada. Mordió, chupó y lamió toda la extensión del cuello de Liam, y cuando éste jadeó tras morderle con dejadez la nuez, Liam le apretó contra él y le sintió totalmente duro.

De repente Sam fue empujado con brusquedad hacia un lado y Liam se tumbó sobre él, se metió entre sus piernas y comenzó a torturarle con aquella rodilla colocada en lugar estratégico, sin prestarle más atención que ésa y depositando estudiados besos en zonas poco erógenas. Quizá Sam había sido demasiado optimista al pensar que no habría venganza, que el ayuno le haría ser más considerado e ir directamente a lo que a él le interesaba en aquel momento. Y sí. Había sido demasiado optimista. Liam no haría ni de lejos lo que él quería a menos que le diese lo que buscaba. Que era retirar sus palabras. Aunque todavía podía permitirse un poquito de tortura. Si es que en el fondo sabía que era un masoquista.

- ¡Auch! -se quejó, cuando el joven de cabello castaño le sacó de sus pensamientos propinándole un mordisco poco amable en el costado, justo en una pequeña extensión de piel de la que nunca había tenido constancia. Después se miraría el rosetón para ubicarlo en su mapa corporal, en su lista de zonas de morder favoritas de Liam. Una vez que le mordía y le escuchaba quejarse, aquel punto era memorizado para posteriores torturas. Si lo sabría bien...

El siguiente mordisco fue una provocación.

- No funcionará -se chuleó-. No pienso retractarme.

Sin saber cómo, dio de bruces contra el suelo y sus manos quedaron atadas mágicamente a su espalda. Se quejó por el golpe, pero Liam no le hizo caso y le arrancó los pantalones sin más observaciones.

- Retíralo -volvió a exigir. Maldito McCubbin. Había olvidado su gran habilidad en los hechizos. Si fuera remotamente tan bueno como él habría interceptado aquel sortilegio con el que lo había apresado.

- No -dijo, con la mejilla aplastada contra el suelo. Notó cómo le subía las caderas, ligeramente, y le mordía con cierta saña detrás de la rodilla, sólo para escuchar el siguiente quejido del moreno.

Subió por su espalda haciendo un camino de besos, intercalados por pequeños (o grandes) bocados y aquella misma petición. Con la negativa de Sam llegó hasta los hombros y Liam prolongó el encuentro de sus dientes con la no tan carnosa zona que había hecho su víctima. Se pegó totalmente a propósito contra él, haciéndole notar su muy apretado pantalón contra sus nalgas y consiguió arrancarle un jadeo.

- Venga, Li -solicitó, quejumbroso. Acortar su nombre sólo era permitido en situaciones de puertas para adentro. Liam solía decir que ya tenía un nombre lo suficientemente corto y que no era necesario mutilarlo de aquella manera, pero a Sam le encantaba cómo sonaba. Especialmente porque sabía que sólo él le llamaba de aquella manera. Era su nombre especial.

Huelga decir que su petición fue rotundamente rechazada. Le notó hacerse espacio entre sus nalgas y no pudo evitar gemir mordiendo la manta al notar su lengua rondando, lamiendo y penetrándole casi imperceptiblemente para humedecer la zona. Le lamió también un poco más abajo, abriéndole un poco más las piernas y acarició la piel bajo el ano, presionando calculadamente con eficaz exactitud. Un dedo humedecido en saliva no tardó en intentar quebrar su palabra con habilidad, y justo después le oyó pronunciar el fatídico encantamiento que provocaría su posterior destrucción. Una brusca ola de calor hizo presa en él y su pene palpitó con urgencia. Qué retorcido puede ser a veces, con la pinta de mojigato que se gasta, pensó.

- Dilo -solicitó de nuevo. No parecía quedarle mucha paciencia. Si Sam hubiera podido verlo habría sabido que no estaba en mejores condiciones. Bueno, quizá sí un poco mejor. Aún podía contenerse.

El dedo solitario en su entrada pasó a tener compañía, moviéndose de tal manera que hizo al joven retorcerse una y otra vez, haciéndole resoplar, bufar y gemir con los labios apretados para no dar el brazo a torcer, haciéndose de rogar. Al parecer, él también tenía ganas de juego y no se había dado cuenta.

Sin embargo, Liam no se dio por vencido, y a lo que hacía con aquellos dedos le agregó caricias nada inocentes por todo el cuerpo, sabiendo exactamente dónde tocar, cuánto, y cómo, llevándole más cerca del límite a cada roce, sin saber cuándo había levantado completamente las caderas y se movía para aumentar la fricción.

Estaba a punto de correrse cuando Liam, con su maldita precisión de cirujano, tocó aquel punto y frenó en seco su orgasmo, arrancándole un grito ahogado de frustración.

- ¡Aaagh, lo retiro! ¡Lo retiro, joder, pero no vuelvas a hacerme eso! ¡Lo retiro!

Fue su turno de escuchar su risa.

- Con que lo dijeras una vez bastaba -notó su aliento contra la oreja y giró la cara para exigirle un beso, pero Liam ya se había separado y las ataduras de sus manos se desvanecieron. A Sam le faltó tiempo para lanzarse sobre él y arrancarle los pantalones, la ropa interior y los calcetines. Liam tenía la costumbre de usarlos aun cuando el suelo era una cálida moqueta.

Se lo cobraría en otra ocasión. De momento procedió a desnudarle y lanzó los vaqueros con tanto ímpetu que se estrellaron contra el mueble de la tele, llevándose por delante una foto antes de caer al suelo, pero a ninguno de los dos les importó. Sam atrapó a Liam entre sus piernas y no tardó mucho en descender hasta tocar las caderas de éste con la cara interna de los muslos. No necesitaba más preparación de la que había tenido y estaba realmente ansioso. Tanto como Liam, que lo movió hasta acabar ambos de costado, pegándolo a él por medio de un apretado brazo en su cintura y que no abandonó aquel lugar al que se había ceñido hasta el final, cuando descendió a atender la entrepierna de su compañero.

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Una vez en fase de recuperación, aún tirados en el suelo, el joven moreno le encaró tras besarle con pereza, regalándole el limpio azul de su mirada durante un instante, antes de teñirla de travesura.

- No contestaste a mi pregunta de si Saruman era activo o pasivo -sonrió maligno.

Liam puso los ojos en blanco, y una mirada igualmente pícara le fue devuelta.

- Acabo de demostrártelo -le dijo, y la imagen de su sonrisa no le abandonó incluso después de escuchar el sonido de la ducha.

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* La broma de llamarle Sauron es porque el nombre de Sam, Samhradhán, se pronuncia exactamente igual que "Sauron" en inglés.



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Por cierto, saludos a Gabe, que se rió mucho con lo del nombre ;) Va dedicao a ti, por friki de lo nuestro ;)

Está sonando: Yoru no Mukou - Asian Kung Fu Generation

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