Otro texto que hice para Composición
La escritura es algo que llega por sí misma. Es el último paso, el último peldaño de algo que ha venido a mí en algún momento y que toma mi mente contra mi voluntad.
A veces es una palabra.
Un gesto. Una acción. Una imagen mental, como una fotografía de una
habitación, o de un bosque , y cobra fuerza dentro de mi cabeza.
A menudo es simplemente
una sensación que me atenaza. A menudo ocurre con alguna canción.
De repente me obsesiono, necesito escribir, somo si un ente se
apoderase de mí en ese momento y me impulsase a teclear, o a
escribir a mano mientras reproduzco una y otra vez la misma canción,
cuando mantengo mi mente en ese trance. Es ese impulso el que me
detiene, me inmoviliza, y después me fuerza a soltarlo todo, a
escribir cada palabra, cada letra, cada punto, hasta que no queda
nada.
En esos momentos, al
acabar, siempre miro mi texto, ya sea relato o cuento, como el de un
extraño. No sé bien lo que he escrito, no lo reconozco como mío,
al principio. No sé de quién es hijo, no le encuentro explicación.
Ha sido creado en un momento de trance, en un instante, ha nacido de
una chispa de locura que me es extraña el resto del tiempo. Así
nacen mis cuentos.
Otras veces me es
implantado un nombre en la mente. Alicia, Miguel, Úrsula... Y no
sólo es el nombre, lo acompaña una cara, unos rasgos, o una
personalidad. No sé qué hacen en mi cabeza, no sé qué quieren.
Pero están ahí. Van conmigo a hacer la compra, van conmigo a clase,
me acompañan mientras hago mis tareas. Hacen que me sienta como una
loca. A veces me responden mis propios comentarios. A veces agregan
cosas con su propia voz, resonando en mi cabeza. Me hacen reír con
frecuencia.
Es, con el tiempo,
cuando por fin averiguo de dónde vienen, qué es lo que quieren,
cuál es su mundo. Y entonces es cuando me siento y escribo. Escribo
para ellos, para liberarlos, para darles un espacio. Es cuando salen
mis relatos largos, mis historias, mis novelas.
A veces les visito. A
veces abro el documento donde viven y escribo algunas líneas. Es mi
forma de decir "qué tal, cómo estáis, me acuerdo de
vosotros". Porque mis historias largas no vienen de golpe. Una
de ellas es totalmente subconsciente. Sólo escribo lo que sueño. La
vida de esos personajes me llega de forma onírica, en la que no
tengo un control consciente de la trama, cosa algo peliaguda puesto
que a veces el sueño me lleva a escenarios que no casan con los
personajes, y que me hacen devanarme los sesos para buscar la forma
en la que podría ocurrir. Son mis novelas las que edito, las que
miro y remiro, las que más corrección necesitan. Son a las que les
dedico más tiempo.
Quizá hay mejores
formas de escribir, pero esta es la mía.
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