Un niño de ocho años mira el reloj de su cuarto y se arrebuja aún más en las mantas. Las cuatro de la mañana. Es incapaz de dormir. Quizá es la violencia de la tormenta. Quizá es porque su padre todavía no ha llegado a casa. Quizá sea porque los truenos suenan como disparos y le dicen que, a lo mejor, su padre no vuelve.
Su padre no suele hablar de esas cosas cuando él está delante, pero el pequeño Light sabe arreglárselas bien para averiguar todo lo que ocurre sin que los mayores puedan sospechar en lo más mínimo que les ha espiado. Y el niño sabe que Yagami Soichirô esta noche encabeza una redada contra un grupo de traficantes. Normalmente, no estaría tan intranquilo, pero está al corriente de que su padre lleva tras ellos varios meses, y que estos sujetos son realmente escurridizos.
Se siente orgulloso de que su padre sea policía, pero odia las veces que éste llega tarde o su ceño se frunce por algo que le incomoda. Es consciente de que es un trabajo que exige sacrificios. Pero Light ya está harto y asqueado de que, durante el desayuno, comida y cena, mientras ven las noticias, se anuncien muertes, abandonos, negligencias, maltratos, guerras, corrupción. No entiende cómo puede haber gente tan malvada, tan retorcida, ni por qué nadie hace nada al respecto. Aunque hay muchísimos policías, no pueden impedir que estas cosas ocurran.
Un sonido metálico, un tintineo, suena contra la puerta de madera de la entrada, y Light oye pasos y el crujir de la puerta de la habitación de sus padres. El niño suelta el aire que tenía estancado. Siente que el nudo de su garganta se afloja. Escucha las zapatillas de su madre arrastrarse escaleras abajo y la oye hablar quedamente.
- Soichirô –dice, sonando ahogada, como si se hubiese hundido dentro del abrigo de éste- ¿Estás bien?
- A esos desgraciados les dio tiempo de matar a Mimura de un tiro. La semana pasada había sido padre –responde, con rabia contenida-. Y a Tanaka lo han herido en una pierna. Casi se desangra, pero se pondrá bien. Pero ten por seguro que esos condenados van a pasar una buena temporada a la sombra.
Unos minutos después, la puerta del dormitorio de Light se abre y la luz del pasillo dibuja la silueta del niño contra la pared, casi escondido bajo el edredón. Finge estar dormido mientras su padre le retira el flequillo de la cara y le besa la frente, haciéndole cosquillas con el bigote.
Y después se marcha y la luz del pasillo se apaga, y escucha a sus padres entrar en el dormitorio, y la percha de la que el policía acaba de colgar su abrigo choca contra las paredes del armario al balancearse en la barra. Y luego silencio. Quietud en la casa hasta que el día aparezca.
Otro relámpago, ya más débil, inunda la estancia.
“El mundo está podrido”, piensa entonces el niño, “Si hubiera alguna forma de hacer que las cosas malas dejasen de suceder…”
2 comentarios:
Bonito post. Se ve que las cosas que escribes te salen de las entrañas.
Gracias, o algo así :) Si, este me lo arranqué de las tripas como un parásito alien xD
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