Hay sueños, sabeis, sueños que se repiten. A veces sueñas cosas que, al volverlas a soñar dices "esto ya lo he vivido". En otras ocasiones son continuaciones de sueños, como si los actores de tu mente se preparasen para una nueva entrega.
Yo tengo sueños recurrentes. Todos hemos soñado que nos caemos, sí.
Pero yo tengo algunos diferentes. Como el que tenía, sobre todo, de pequeña, cuando me daba fiebre. Negrura, y arena. Arena moviéndose debajo de mis pies, como si estuviera encerrada en un reloj de arena y esta se filtrara hacia abajo. Arena y negrura y luces. Como cuando vas en un coche, de noche, y te pasan faros. Yo soñaba con luces verdes, o rojas. Círculos de luz que no brillaban, eran simplemente manchas en la negrura, que se movían mientras yo "avanzaba".
Otro que tenía cuando tenía fiebre, aunque más que sueño era una especie de ilusión óptica, o del efecto de la fiebre, era que el tiempo se ralentizaba. Recuerdo estar de vacaciones en un camping en Talarrubias hace muchos años, despertarme para ir al servicio, y aun sin haber amanecido, escuchar el tictac de un reloj y sentir que el tiempo se paraba.
Y luego está el tercero. Fumar a escondidas. Robar cigarrillos y esconderme para fumármelos. Y este sueño se ha repetido tanto, tantísimo, que hay veces que confundo realidad y ficción y no sé realmente si fumo o no.
Gran ironía viniendo de alguien antitabaco como yo.
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