sábado, mayo 01, 2010

Beatha: Impulso

Vale, llevaba escribiendo esto desde hace una semana y al final no ha salido como yo pensaba. Para empezar, yo esperaba algo cortito tipo tres páginas y me encuentro con que son nueve xD. Y encima va el puto muso y se va justo cuando empezaba lo bueno, así que siento mucho decir que os quedais sin lemon. Pero espero que disfrutéis el capítulo, igualmente.

Para este capítulo me lo he currado un poquito más, hay dibujo (en realidad quería hacer más) y música, así que recomiendo mucho poner los altavoces :D. Hay un par de canciones que vais a ver subrayadas porque son el enlace a la canción directamente, ya que no forman parte directa de la historia pero sí están de fondo. No podía evitarlo, esas dos canciones exigían formar parte del capítulo así que tuve que ponerlas.

Sobre el lemon frustrado, os prometo que si el muso vuelve lo escribo y lo pongo como un bonus.


Ubicado el 30 de abril del 2011, es decir, "hoy" en 365 días.

Aquí va:


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BEATHA: IMPULSO

La Colina de Uisneach. Nunca había ido, pero era espectacular, y por un breve instante se arrepintió de no haberle insistido a Seán y Jerry para que le acompañasen. Aunque en realidad era buena idea no haberlo hecho. Liam no los soportaba. Quizá los años de maltrato en el colegio tenían mucho que ver, y ya era un logro que le dirigiese la palabra, e incluso que estuvieran viviendo y trabajando en el mismo lugar. Prefería no tentar la suerte.

Liam había estado emocionado con aquella fiesta durante semanas, para su sorpresa. Si lo comparaba con el anterior Beltaine que celebraron en la universidad, no podía ser un Liam más diferente al de entonces. No le había invitado a ir, aunque sí le dijo que estaría allí y que podía pasarse a verlos. Era una noche especial, llena de significado religioso. Era, para los druidas, el comienzo del verano. Era la noche en que se abrían las puertas del Otro Mundo y se daba el tránsito de un lado a otro. Esto sólo volvería a ocurrir seis meses después, en Samhain. Y los devotos se apresuraban a dar las gracias a sus dioses por los bienes obtenidos hasta entonces, las lluvias, las cosechas, el ganado, y el bienestar de sus familias. Por arcaico que pareciera.

El Archidruida, el hombre más anciano que se contaba entre ellos en toda la comunidad, se levantó de su silla y todos callaron. Se sostenía en su gran vara de madera de abedul, tallada con el Crann Bethadh, el árbol de la vida. Iba vestido de blanco y llevaba el largo pelo cano trenzado, incluída la barba, y toda la piel a la vista adornada con glasto. La gran pira aún se encontraba apagada en la cima, con todas aquellas personas aglomeradas a su alrededor, espectantes. Todo el mundo esperaba el crepúsculo, ese momento en que la noche y el día se encontraban, para la Apertura. Comenzaba la Invocación de los Cuartos, el canto que daría paso al comienzo de la celebración. Con el puño cerrado en alto saludó al Este y a continuación se giró hacia su izquierda señalando al norte, y comenzó con un cántico en gaélico escocés que mucha gente siguió en tono bajo. Sam no entendía del todo bien el escocés. Se parecía mucho al irlandés, pero algunas cosas eran diferentes, al igual que su pronunciación. De todas formas, sabía que era un saludo al Norte y a sus Señores. El Archidruida volvió hacia el Este y entonó otra letanía en galés a modo de saludo sagrado. Le siguió el Sur, en un mucho más ininteligible bretón, y finalmente, comenzó a cantar en irlandés. En Uisneach era el único sitio donde se seguía el ritual completo. El resto del país se limitaba a una versión más reducida.


Iompaím siar go dtí Goirias, an Chathair Tintrí,
Dún an tSolais,
Dún Teasa,
Dún Feasa,
Dún Lúfaireacht na h-Intinne,
Baile don Tiarna Ioldánach,
Tiarna na nÉigse 's na bhFili,
Tiarna na nDraoithe 's na Saor,
Ar leis an tSleá,
An tSleá an pholann na scamaill,
An tSleá a mhileann an dorchadas,
An tSleá a bheireann bua ar an damhna,
Giamos: 'S ar leis an Carria,
An Damh-Allaidh maorga,
An Fia nach bhfuil eagla air,
An Carria a chuir solas na Gréine 'na bheanna,
Samos: 'S ar leis an Torc,
Torc na Gréine,
Torc na Saíochta,
An Torc an aiséiríonn as a fhuil féin,
A Fhionnghil,
A Lonraigh,
A Fheasaigh.
Giro hacia el Oeste, hacia Goirias, la Feroz Ciudad,
El Fuerte de Luz,
El Fuerte del Calor,
El Fuerte del Conocimiento,
El Fuerte de la Agilidad Mental,
Hogar del Señor de los Múltiples Dones,
Señor de Sabios y Poetas,
Señor de los Druidas y los Santos,
Señor de los Artesanos y los Obreros,
¿De quién es la Lanza?
La Lanza que pincha las nubes,
La Lanza que destruye la oscuridad,
La Lanza que trae la victoria sobre la materia,
Y ¿de quién es el Venado?
Giamos*, El majestuoso Venado,
El Ciervo que no tiene miedo,
El Venado que puso la luz
Del Sol en sus astas.
Y ¿de quién es el Jabalí?
Samos*, El Jabalí del Sol,
El Jabalí del Aprendizaje,
El Jabalí que resucita de su propia sangre,
¡Oh,Blanco Brillante!
El Radiante,
El que sabe.


Ése era el momento exacto en el que, para ellos, el Mundo de Arriba y el Mundo de Abajo se acercaban a aquel Mundo Intermedio y podían comunicarse. Un murmullo después, la pira estalló en llamas y todo el mundo miró hacia Tara, donde no tardó en verse el lejano crepitar de su hoguera. Justo en ese instante la colina entera resonó con mil voces al unísono un poderoso Tar anocht! Era el comienzo real de la fiesta, tras la ceremonia inicial, el verdadero significado de aquella noche. La bienvenida a la vida, a la estación de las cosechas y de los nacimientos. A la fertilidad, en realidad. Los cabezas de las tribus, en este caso los cabeza de familia, se acercaron poco a poco para recibir el fuego sagrado y prender sus propias hogueras.



Alguien le tocó en el hombro izquierdo, pero cuando se giró no había nadie. Al volverse se encontró con Liam -o al menos parecía él- a su derecha.



- ¡Hola! -exclamó, alzando la voz entre el ruido del gentío. Estaba radiante. Y azul.


- McCubbin, qué poca vergüenza. Es una noche ritual y vas disfrazado de pitufo.


El aludido soltó una risa divertida. Parecía saber qué eran los pitufos.


- No pensé que fueras a venir. Y menos vestido adecuadamente.


- Hombre, si viniese en camiseta y pantalones me iban a tomar por un turista. Y ya lo dice el dicho, "donde fueres haz lo que vieres".



Liam volvió a reírse. Esa risa tan fácil no era frecuente en él, y parecía...


- ¿... vas colocado?


- Creo que un poco. Llevamos toda la tarde con los rituales previos. Ven, ¡vamos a la hoguera!



Estuvo a punto de comentar algo sarcástico sobre la quema de brujas de la Edad Media, pero su feliz amigo había comenzado a abrirse paso entre la multitud y era mejor no perderlo de vista, cosa que no tardó en suceder. Esquivó a un par de malabaristas de fuego y buscó la hoguera adecuada. La central, la más grande de todas, era la ritual, y desde ella se elevaban los cánticos que luego se repetían colina abajo, en cada pequeño fuego. La gente danzaba al ritmo de sus propias voces y los que podían se acompañaban de instrumentos musicales. La noche acababa de empezar. Antes de poder decidir hacia dónde dirigirse, sintió que le agarraban de la mano y tiraban de él entre aquel mar humano. Sabía que era Liam. Reconocería aquel olor a menta en cualquier lugar. Apenas le dio tiempo a ver quiénes estaban junto a aquella hoguera cuando una chica, aparentemente de su edad y a la que probablemente conocería si no fuera por todo el glasto con el que iba pintada, le dio un recipiente, mitad vaso, mitad cuenco con la bebida típica.



- ¿Esto se bebe o es para desinfectarme?


- Bebe, McNamara, y pásaselo a alguien -dijo la chica con tono jocoso. La reconoció por la voz. Era Éirinn. No sabía qué tal estaban las cosas con ella, no la había visto desde el colegio. Siempre daba la casualidad -Sam prefería pensar eso- de que él estaba trabajando cuando ella visitaba a Liam.



La bebida en cuestión era muy fuerte. Antiguamente se tomaba para entrar en trance. Cosa normal, puesto que uno de los ingredientes era la Amanita muscaria, la seta alucinógena por excelencia. Todos los niños te dibujaban esas setas, rojas con puntitos blancos, y hasta los mismísimos hermanos Bros estaban hartos de comerlas. A nadie le sorprendían los sucesos del videojuego una vez les explicabas sobre la dichosa seta. Tampoco había que pasar por alto que aquel cóctel era bastante afrodisíaco. Sólo había que pensar en la finalidad de aquella celebración para sumar dos más dos.



- ¡Vamos, que comienza el baile! -hablando del diablo, Liam, que ya parecía haberse pegado un par de lingotazos de aquel mejunje, se acercó para tironear de él.



El baile en cuestión consistía en correr alrededor de un árbol con un lazo de color en la mano. Visto así era lo más estúpido del mundo. Visto desde la creencia celta era unir los Tres Mundos durante esa noche, que quedaba así como más bonito. Más que agarrar el lazo, éste prácticamente voló a su mano, ya que apenas se acercó al árbol se encontró con la gente que ya había comenzado a girar en torno a él en diferentes sentidos para hacer una especie de trenzado. Le pareció ver a Patrick, el hermano de Liam, cantando con su vozarrón mientras iba pegando brincos agarrado de la mano de una chica con rastas en el pelo que parecía seguirle la corriente. La risa de Liam, que iba en sentido contrario a él, se le colaba en la mente, donde hacía eco por encima de la canción. No se la sabía, por cierto, pero sí que conocía la melodía y la versión alternativa -y blasfema- de la misma, y prefería no cantarla en alto en medio de una familia de feligreses. Para su sorpresa, fue Angus McCubbin, hombre sobrio y correcto a quien conocía de vista, el que empezó a cantar aquella letra, y todos le siguieron entre risas.


Menuda familia.



El final de la canción coincidió con el final del baile -se había trenzado completamente el árbol- y Liam le llamó la atención de nuevo.



- ¿Tienes hambre?



Los alimentos de aquella noche eran todos vegetales. Había muchos frutos secos, y entre ellos un gran cuenco con frutos del bosque. Esbozó una sonrisa. No le costaba adivinar de quién era.



- Así que tú eres Samhradhán -interrumpió una voz femenina.



Era la chica de las rastas, que venía con Riannon. La madre de Liam estaba muy guapa con su vestido tradicional y no iba tan pintada como el resto. La joven, al contrario, vestía de forma estrafalaria y tenía los brazos pintados con glasto. Parecía una de esas chicas hippies, o una de esas practicantes de Wicca. Quizá las dos cosas.



- El mismo. Aunque prefiero Sam.


- Perdona, Sam entonces. Es que Liam siempre te llama así. Soy Di.


- ¿La madre de Erin? Un día de éstos Liam la secuestra y se la queda. Es una monada de niña.



La chica se rió.



- Sí, entra en modo mamá gallina cada vez que está con ella.


- Liam me comentó que eres muggle, ¿no?


- Sí. Aunque llevo casi diez años en contacto con druidas.


- ¿Qué tal va el trabajo? -preguntó Riannon, interesándose por el chico. No hacía ni dos meses que habían acabado las prácticas, y básicamente eran los nuevos en la plantilla del hospital.


- Muy bien, gracias. Me cambian el horario todas las semanas, pero espero que se estabilice algún día, o acostumbrarme yo antes.


- Me alegro de que hayas decidido pasarte. A Liam le ha hecho mucha ilusión verte aquí.


- Sí, seguro -dijo el joven, mirando al aludido, que se encontraba colgado bocabajo del árbol y siendo atacado por Patrick, Éirinn y el primo de Liam, Seán McCubbin. Le recordaba del colegio. Liam tenía problemas para taparse con el kilt, que se le daba la vuelta. Di movió la cabeza negativamente.



- No cambiarán nunca.


- Yo esperaba que fuera cosa de las drogas -bromeó Sam.


- Liam acaba colgado bocabajo unas cuatro veces al día cuando su hermano está cerca.


- ¡McNamara! -chilló Éirinn- ¡Corre, ven! ¡Está indefenso!


- ¡Dejad al chico quieto, que va a echar las asaduras por la boca! -gruñó un anciano, que resultó ser el abuelo. Era un tipo espigado. Sam tuvo la certeza de que Liam tendría un aspecto similar cuando llegase a aquella edad.



Los jóvenes soltaron a su presa, que tenía la cara roja del esfuerzo, y se dispersaron.



- Ven con este viejo, hijo, y toquemos algo de música -dijo Mícheal. Liam no se hizo de rogar y buscó su tin whistle, y se sentó al lado de su abuelo, que tenía un bodhrán en la mano- Eh, joven -exclamó entonces, con la vista fijada en Sam- Ven aquí también. Eres el amigo de mi nieto, ¿verdad?


- Sí, señor -dijo éste educadamente mientras estrechaba su mano.


- Samhradhán McNamara, si no me equivoco.


- Sí, señor.


- ¿Sabes tocar algún instrumento?


- La gaita. Y un poco la guitarra.


- Pues coge esa guitarra de ahí y acompáñanos.



Sam no se hizo de rogar a la petición. El anciano le imponía y mucho. Había sido un Fianna muy importante en su época y se contaba que estuvo a punto de ser Ministro. El padre de éste había llegado a serlo. Una vez sentado y colocado, Liam respiró hondo, cerró los ojos y comenzó una canción. Sam no la conocía, pero no le fue difícil darle un ritmo.



Antes de darse cuenta, Maeve estaba sentada con ellos con la flauta de madera tallada de Liam, acompañando la melodía de su nieto. Cuando Míchéal le hizo una señal, dejó de tocar y la canción terminó unos segundos después.

- Eh, que yo también quiero -anunció un tipo pelirrojo que se había acercado. Se parecía mucho al padre de Liam-. Hola, chaval, soy Feargus. Conoces a Seán, ¿no? -Sam asintió- Soy su padre. Le dio unas palmaditas en la espalda y tomó otro bodhrán.



Le siguió una canción que Sam sí conocía para variar, The Bodhrán Song, y que Feargus comenzó a cantar, y cuando quiso darse cuenta allí estaban también Patrick y Angus, haciendo los coros. Sam se preguntó dónde estarían Éirinn y Seán, pero no le dio tiempo a exteriorizarlo, porque algo le salpicó la cara.

- Acabas de ser bendecido por el Gran Escupitajo Azul -rió Éirinn.
- Nuestra venganza está cumplida. Por ahora -anunció Seán, que sostenía la brocha con la que le habían salpicado. Debía ser el glasto con el que se habían pintado todos.

Sam se habría levantado, los habría atrapado y se habrían llevado cada uno una buena patada como mínimo de no ser porque advirtió la mirada de los McCubbin al completo, escudriñándole.
- No te preocupes, hijo. Dicen que da suerte -animó Maeve, sonriéndole.
- ¡Juntaos todos! Voy a hacer una foto y así podré veros todos los días en mi habitación del observatorio -ordenó Éirinn. Sam había olvidado que se iba seis meses a estudiar en el Observatorio de Arecibo.

Toda la familia se colocó para la foto, y Liam se acercó a Sam, que estaba intentando quitarse el glasto de encima. Le agarró de la muñeca.

- Tú también.
- Yo también qué.
- Que tienes que salir en la foto.
- ¿Yo? ¿Pero qué pinto yo aquí?
- Venga, idiota. Será divertido.



Con un suspiro, se arrodilló junto a su amigo y el flash los cegó unos segundos después. Aturdido, se levantó despacio, mientras los demás se alejaban y Riannon exigió el turno para tocar y a sus hijos que la acompañasen.



La bebida que había tomado hacía ya un rato parecía comenzar a afectarle, ya que cuando sus ojos se adaptaron a la luz de la hoguera vio lucecitas flotando.

- ¿Algo de beber?

Era Di, que le miraba divertida.

- Más mejunje de ese no, por favor. -la joven se rió.
- Hay cerveza, agua y whisky.
- Agua, agua. Que con el tiento de antes creo que ya voy servido de alcohol y estupefacientes.
- Ya ves. Es fuerte.
- ¿Tú no has bebido? -preguntó él, una vez la muchacha le hubo dado un botellín frío.
- No. Con la primera vez escarmenté para el resto de mis días. No sé cómo acabé en lo alto de un árbol y llena de arañazos. Patrick se ríe mucho al acordarse. ¿Es tu primera vez?
- Sí y no. Lo había probado, pero este es más fuerte que los que he bebido hasta ahora.

Sam miraba distraído a la familia, tocando o siguiendo el ritmo con las manos o los pies. Se les notaba muy unidos a todos.
- Oye, Di, ¿siempre son así?
- ¿Así cómo?
- Como una postal de Navidad. Todos juntos ... así.
- La mayor parte del tiempo. Y se les nota más alegres ahora que antes -Sam la miró intrigado, y ella continuó-. Antes de ir Liam a la universidad. Cuando volvió y todos lo vimos tan animado. Fue un alivio. Y luego empezó a hablarnos de ti. Pareces un buen chaval, a pesar de tu historial escolar -le picó.
- Sí, bueno -balbuceó avergonzado y adulado al mismo tiempo.
- No, en serio. Le has hecho bastante bien. Y ya sabes que Liam es muy arisco cuando quiere, pero te tiene mucho cariño.

Intentó que no se le notase la sonrisa estúpida, probablemente sin buenos resultados, porque podía notar la mirada de la joven observándole. Era, en realidad, muy especial el que alguien se lo dijera. Que notase que Liam le tenía afecto. Porque la mayor parte del tiempo se pasaba abofeteándose mentalmente por estar viendo cosas que no ocurrían.

Se quedó callado, en silencio, con las palabras de Di resonándole en la cabeza en bucle, hasta que ella habló de nuevo.

- ¿Habías venido a Uisneach antes?
- No, es la primera vez. No esperaba que viniera tanta gente aquí. Pero las únicas fiestas a las que he asistido eran las del colegio. Todo esto es un rollo diferente.
- Ya, supongo. Entonces ten cuidado de por dónde andas.

Sam sabía a lo que se refería. No es que en el colegio algunos de los celebrantes no intimasen, pero había mucha más gente en torno a las hogueras que allí. Por lo que podía ver, había mucha menos gente que al inicio de la fiesta. No tenía que imaginar dónde estarían.

- ¡Vamos a hacer un dúo, Liam! -escuchó gritar a Éirinn, que parecía más alocada que de normal.
- Whelan lleva unos cuantos chupitazos encima, ¿no? -le preguntó a Di.
- Todos llevan más de uno. Feargus es el que más ha bebido.

No tenía que probarlo, el susodicho acababa de berrear una canción de amor. Mientras tanto, Liam le pedía el violín a su hermano, y éste aprovechó para levantarse y acercarse hacia él y Di después de agarrar uno de los cuencos de comida y sentarse junto a ellos.

- ¿Va a tocar él? -se preguntó en voz alta-. Pero si no sabe -una risilla salió de la boca de Patrick.
- ¿Nunca le has visto tocar el violín?
- No. En el colegio siempre tocaba instrumentos de viento.
- Pues ahí lo tienes.



Fue Éirinn la que comenzó a tocar. Verla con aquel instrumento en la mano era algo que sólo había visto en las clases de música, y no muy a menudo. Sin embargo, ver cómo Liam se colocaba correctamente el violín y esperaba su turno, aquello era diferente. Era una canción lenta y sencilla, acompañada de las suaves notas que emitían el violín de McCubbin. Seán, que había tomado la guitarra de Riannon, se les unió. Y entonces la canción terminó y la magia de Liam se desató con una nueva, mientras Éirinn soltaba su violín, tomaba el bodhrán del suelo y comenzaba a bailar suavemente con el pelo cobrizo suelto; la falda formaba círculos a su alrededor al girar sobre sí misma. Si a Sam no se le hubiera clavado irreparablemente la mirada sobre su compañero de piso, podría haber admirado la belleza femenina de la joven; pero no era ella a quien miraba. No a ella.

Los dedos de Liam se movían con velocidad sobre las cuerdas y el flequillo, que caía sobre el instrumento, se balanceaba a cada vaivén del arco. Era hipnótico. Era Liam, sólo Liam, y el resto de la multitud desapareció con aquella melodía. Le atraía. Demasiado. Como los cantos de sirenas, aquel violín y su músico le tentaban detrás de un muro invisible. Como una tortura. La más dulce de todas.

Y entonces le miró. Liam le miró y Sam notó una descarga eléctrica que le cruzó de punta a punta la columna vertebral. Fue una milésima de segundo lo que duró, ya que cuando Sam pudo volver a respirar ya no compartía aquella conexión; pero fue suficiente para saber que Liam con un violín podría convertirle en su esclavo para el resto de sus días, de forma voluntaria.

Escuchó una risa cercana al finalizar la canción y Sam volvió en sí, y se inclinó sobre sí mismo para tapar de alguna forma el efecto de todo aquello. Deseó haber llevado un sporran para poder disimular mejor. No era el caso, por desgracia.

- La baba, Sam -le dijo Patrick, que había sido el de la risa. Si había visto sólo su cara de embobado y no todo el conjunto, al menos habría tenido suerte.
- No sabía que tocara así.
- Fue una petición de mi abuelo, hace años. Tomaba clases en el colegio, por eso se me hace raro que no lo supieras -comentó Patrick a la par que se levantaba y se sacudía el kilt.
- A veces sigue siendo un misterio -comentó Sam, con una sonrisa.
- Creo que nos vamos a ir yendo. Tenemos que ir a recoger a Erin.

Di se levantó y sonrió al chico.

- Encantada de conocerte. Estás invitado a casa cuando quieras, ¿eh?
- Muchas gracias.
- Pásalo bien -le dijo Patrick.
- Y cuidado con la bebida -agregó la chica.
- Descuida. Buenas noches.

Les vio marcharse, agarrados de la mano. Eran una pareja extraña, pero encajaban, extrañamente. De repente advirtió la figura delgada de Liam, recortada contra la hoguera frente a él, y casi se derrumbó a su lado y apoyó la cabeza en la rodilla de Sam.

- Ugh.
- ¿Estás bien?
- Un poco mareado, creo.
- Vamos a tomar el aire, entonces.

Se alejaron de los fuegos y el gentío, con la esperanza de encontrar brisa en alguna parte de aquella colina. No se veía mucho. A pesar de estar despejado, la luna no podía dar más luz en aquellos momentos, estaba en sus últimos días de cuarto menguante. Celebrar Beltaine en luna llena, en un sitio como aquel probablemente sería mágico. De lo lejos les llegó la melodía de la flauta que tocaba Maeve, acompañada del bodhrán de Míchéal, y la voz de la anciana entonando una cancioncilla al final.

Liam también miraba al cielo, con cara feliz. A Sam le dio la impresión de que estaba a punto de despeñarse cuesta abajo.

- Se está muy bien. No es una mala noche, no hace frío.

Sam se preguntó si sentiría frío de no ir tan dopado. Probablemente. Por suerte, o por desgracia, la brisa deseada no corría.

- Es una fiesta muy buena. Gracias por invitarme -lo cierto es que no sabía de qué hablar-. No sabía que tocaras el violín.

La mirada traviesa de Liam en aquel momento se le quedaría tatuada en el cerebro el resto de sus días.

- Hay muchas cosas que no sabes de mí.

Sam no pudo evitarlo. Su cuerpo se movió solo y antes de poder reaccionar le besó. En cuanto fue dueño de sus propios actos se separó, azorado.

- Estoy borracho -se disculpó, apurado-. Venga, vamos a seguir paseando.

No pudo hacerlo, ya que apenas dio un paso una piedra cedió y se precipitó hacia el suelo. El reflejo de evitar la caída le hizo agarrarse a Liam, con lo cual aquello terminó con los dos rodando ladera abajo un par de metros.

- Dios, ¿estás bien? -preguntó Sam, alarmado-. Me he escurrido, perdona, ¿estás bien?

Liam parecía estar en shock, o algo parecido, y no sabía si había sido por el beso o por la caída. Y entonces reaccionó, tomando una bocanada de aire y soltando una carcajada.

- ¡Mi rabadilla! -lloriqueó, irónicamente entre risas, masajeando la parte adolorida.
- ¿Te duele mucho?
- ¡Auch! Creo que me he clavado una piedra -consiguió entenderle. Seguía riéndose, y Sam creyó ver lágrimas en los ojos, no supo si por el dolor, la risa, o una mezcla de ambos.

Le dejó reírse, sentado a su lado, mientras Liam se retorcía sobre el suelo. Al fondo sonaban los vozarrones de Angus y Feargus, berreando Two Island Swans a voz en grito. Cuando se serenó, Sam le acarició la cabeza y su amigo se tensó de repente, así que retiró la mano.

- Hazlo otra vez -fue lo único que dijo. Su voz sonó más ronca de lo normal.
- ¿El qué?
- Tu mano. Mi cabeza.

Sam no sabía dónde acababa de meterse. No sabía que acercar la mano y acariciarle por la nuca era como meterse en la jaula de los leones con un filete. Liam empujó su cabeza hacia Sam para buscar más contacto y antes de poder darse cuenta, lo tenía encima. Emitió un sonido que le pareció algo cercano a un ronroneo, y le pilló totalmente por sorpresa cuando la cara de su compañero de piso le lamió el cuello hasta la oreja y a continuación le buscó la boca.

No fue un beso suave, sino ávido. Sam respondió. No habría podido negarse. No habría querido, y le abrazó para apretarlo contra sí. Se le colapsó la mente. Se le licuó por completo, y lo último que recordó de todo aquello fue a Liam sobre él, su erección contra su cadera y unos dedos nerviosos, aquellos dedos que tocaban un violín de forma totalmente obscena y que ahora pretendían colarse entre sus nalgas.


****

Se despertó al sentir frío de repente, y al abrir los ojos se encontró a Liam sentado a su lado. No llegaba a verle la cara, y su mente se llenó de terror. Lo que había ocurrido no debía haber pasado nunca. Como si lo hubiese convocado, Liam se giró para mirarle y vio que estaba despierto.

- Es temprano. Son las seis. Amanecerá pronto.

Sam no sabía de qué hablaba y él debió de adivinarlo.

- La celebración termina al amanecer, cuando se recoge rocío de las plantas y la gente se moja con ese agua.

Sam no sabía qué decir, así que se incorporó a su lado. Sólo había una cosa en sus pensamientos y salió sin querer.

- Liam, lo de anoche...
- Tranquilo. Estas cosas pasan mucho en Beltaine -dijo, sonando despreocupadamente.
- Iba borracho -se justificó.
- Y yo muy colocado. No le des muchas vueltas -silencio, nuevamente- ¿No fui muy burro, verdad?
- No, no, tranquilo.

Nunca pensó que pasarían por un momento tan incómodo. Liam tenía la mandíbula apretada. Sí que ocurría algo.

- Qué pasa -preguntó.
- Nada.
- Liam. Que nos conocemos -recibió una mirada vacilante de su amigo, que se rindió y respondió.
- Esto no cambia nada. ¿Verdad?
- Acabas de decir que estas cosas pasan en Beltaine y que no le dé vueltas. ¿O es que no es verdad?

Antes de que Liam hablase de nuevo, Sam se dio cuenta de todo. Aquel Liam extrovertido al comienzo de la noche ya no existía. Sólo aquel Liam roto y frágil. El mismo Liam que lloró durante horas justo un año antes. El Liam al que los demás ya no veían.

Le abrazó fuerte y soltó un bufido.

- McCubbin, no me vengas con gilipolleces. Claro que vamos a seguir siendo amigos. Con lo que hemos bebido teníamos todas las papeletas para que esto pasara. Pero, joder, eso no cambia que seamos colegas. Además, me encanta chincharte. No podría hacerlo sin ser amigos.

Le notó esbozar una sonrisa contra su hombro y al sentirle más relajado, le soltó. Se levantó y se sacudió el kilt. Estaban llenos de tierra y trozos de hierba.

- No sé tú, pero necesito una ducha y una cama. Queda confirmado que dormir en el suelo es una mierda -le extendió la mano para ayudarle a ponerse en pie- Vamos a salpicarnos con el agua esa de los charcos y luego vamos a dormir. Cada uno en su camita -puntualizó.

Liam extendió su sonrisa y aceptó la ayuda, e iniciaron así su camino colina arriba.

- Eres un desalmado. Estás desando librarte del Gran Escupitajo Azul.
- Cállate, pitufo.



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