El título es adecuado porque no sé qué mierda va a vomitar mi cerebro. A veces, ponerse a escribir al tuntún es adecuado para saber qué cojones te pasa, porque hace dos días estaba perfectamente y ahora mismo soy un deshecho humano. Supongo que las hormonas y tal tienen mucho que ver, que llevo días teniendo pesadillas, que no duermo bien y que el resto del día me tortura la ansiedad y la incomodidad.
Ayer estuve mal todo el día. Todo. Intenté animarme un ratito, llamé a gente, traté de seguir con mi vida, pero ya llegaba la tarde y cada vez me sentía peor. Llegó un punto de anoche, cuando ya di con los dientes en el suelo, que lo único que quería era meterme en la cama a llorar y eso es lo que hice. Me costó muchísimo dormirme, estuve dando vueltas y pasando frío, a pesar de que tenía dos mangas, manta y colcha. Llevo varios días sintiéndome enferma. Me he despertado un montón de veces esta noche y la última fue porque había tenido un sueño raro en el que tenía que hacer trasbordos de trenes y autobuses y se me perdía mi bandolera y cuando me daba cuenta, la tenía Ana, la Curiana, una chica de mi pueblo, y me había robado todos los pins.
Me estoy ablandando. Dos bajones tan seguidos no es buena señal, y es porque me he amariconado (con perdón del colectivo gay). Pasar del metal no fue una buena idea y ahora estoy pagando las consecuencias. El otro día se lo comenté a Iris y me dijo que el metal no hizo nada por mí, pero sí que lo hizo. El metal me curó. El metal hizo que os conociese. Muchos de los que me leéis me conocisteis, la gran mayoría, porque decidí dar ese paso y escuchar algo que me llegaba dentro, y a raíz de eso decidí hacer otras muchas cosas que no me había atrevido, como buscar un grupo de teatro o conocer a gente de los foros. No me hubiera atrevido.
Y realmente echo la mirada atrás, a cuando vine por primera vez a Granada, y era esa niña asustada y dolida detrás de un collar de pinchos. En cierta forma, lo sigo siendo. Pero sé que he cambiado, aunque no sé explicarlo. Quizá ahora soy más abierta, supuestamente, cuando en realidad soy más cerrada. Cada vez tengo menos esperanza. Cada vez voy teniendo menos fe en las personas. Ya no pienso que todo el mundo se ríe de mí y que nadie me aprecia. Ahora sé que tengo gente en la que apoyarme si yo no tengo suelo bajo mis pies. Cada vez estoy menos rota, pero hay más cicatrices que antes y sé que hay cosas que no son para mí.
Pero lo malo de crecer así es que ahora que tengo amigos tengo miedo de perderlos. Y es cuando empieza la paranoia, porque cuando no estoy bien soy una paranoica de cuidado. Algunos tienen sus motivos perfectamente explicables, pero otros no, y uno no sabe cuándo están mintiendo. Y ya me he dado de boca con muchos palos para vivir con la certeza de "es que fulanito nunca me traicionaría". Y cuando estoy así, todos son sospechosos. Y sé que es injusto, pero lo cierto es que prefiero vivir con la sospecha que que me den puerta de golpe. Pero es que realmente tengo pánico a descubrir que alguien a quien yo aprecio muchísimo sólo está a mi lado para conseguir algo de mi, y con nada que falle la comunicación me rallo muchísimo y me emparanoyo.
Sobre otras cosas que me han hecho pensar. Vale que lo de Marta ya está solucionado, pero es que no es la primera vez que me lo comentan. Ese miedo a decirme algo. Conozco a gente que no me saluda por la calle porque tengo cara de mala hostia. Aclaración: mi cara es así. Mis comisuras de los labios tiran hacia abajo y suelo ir a mi rollo con mi música a toda leche. Porque digo palabrotas y porque soy borde. Evito en lo posible ser borde, pero cuando tengo confianza con alguien me relajo y sale a la luz la bordería. No es que no aprecie a la gente, ni que pretenda insultarla. Sólo que mi forma de hablar siempre ha sido de ese estilo y ni la he corregido ni quiero hacerlo porque es mi escudo natural. Y afortunadamente la gente con la que trato sabe que eso está ahí y que nunca he ido con malicia.
Yendo hacia temas más moñas, Dana fue una gran ayuda para mí ayer. Es una gata como su dueña, borde y arisca y de las brutas. Pero ayer no paró de darme mimos. Es que me están dando hasta ganas de llorar al acordarme. Porque para mi eso es un tesoro viniendo de ella. No me dejó sola en todo el día y se pasó prácticamente toda la tarde en mi regazo o entre mis brazos, ronroneando sin parar y haciéndome mimos. Siempre lo hace cuando estoy mal por cualquier cosa, y luego fingimos que nunca ha pasado.
Creo que me voy a ir a ver si hago algo de provecho, como tirarme de un puente.