BEATHA: TIR NA nÓG
Será el primer Samhain al que falta. No sabe cuántos días lleva allí. Cree que desde poco después de su cumpleaños, pero no puede pensar con mucha claridad, por la medicación. Las paredes son molestamente blancas y las sábanas de aquella cama demasiado ásperas para su gusto. Quiere volver a su habitación. No le gusta estar en el hospital, si es tumbado en una camilla.
Tiene unas ventosas en el pecho. Le están dejando marca, le quitaron una y le quedó un moretón redondito. Está conectado a una máquina a través de esas ventosas, que pita de vez en cuando. Es un ruido molesto, no le gusta que eso pite, porque si pita muy rápido, que es cuando él se siente mejor y se empieza a dormir, todos vienen con cara de susto y le dan de beber algo asqueroso y vuelve a encontarse peor. Él sólo quiere descansar…
Al rato ve a su madre. Tiene el pelo muy largo y le encanta peinarlo y hacerle trenzas. Cuando lo hace, ella canta y se ríe. Pero desde que está allí, mamá no se ríe más y no puede peinarla. Pero sí que canta, todas las noches, tumbándose a su lado con él y con Artie.
Unos días después aquella cosa molesta empieza a pitar. Todo el rato. Es una máquina chivata. Es de día, pero tiene sueño, ¿por qué no le dejan dormir? Mamá está allí y le coge la mano, le dice que aguante. Sin embargo, Liam no entiende por qué no puede echar una cabezadita. Está cansado. Pero mamá sigue hablando, diciendo que si se porta bien cuando llege Patrick le enseñará su moto nueva, y que cuando se ponga bueno seguro que le deja subir. Él ha visto la moto mil veces, en la foto de la revista que su hermano guarda desde hace años, y la tiene muy vista. Prefiere dormir.
La máquina vuelve a sonar. Le dan de beber. Suena, bebe. Vuelve a sonar…
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… le dejan dormir, por fin. Y vuela. Flota sobre aquel espacio, y sale del hospital. Pasea por Phoenix Park descalzo, sólo en compañía de los cisnes que navegan suavemente por el agua de los estanques. Hay un perro frente a él, muy grande, que le mira y corre, y se mete en el agua. Se acerca hasta allí y pellizca la orilla, levantándola como quien levanta una alfombra. Hay un sitio más bonito debajo, y no duda en entrar. No lo sabe, no le importa_ Aquello es Tir na mBan, Tir na mBeo, Tir Tairngiri.
Tir na nÓg.
La Tierra de las Mujeres, la de los Vivos, la de Promisión. La de la Juventud.
El Otro Mundo.
Ve aquel perro gigantesco. Se parece a su perro Atlas, y en un arrebato de alegría corre hacia él.
- ¡Cabell*! –grita. El perro levanta la cabeza y agita la cola mientras el niño se le aproxima.
De repente se detiene, asustado. No debe correr, luego le costará respirar y tendrá que tomarse una poción, que no lleva, por cierto, pero al pararse comprueba que su respiración es óptima, y en un arranque echa a correr hacia el animal, que ladra contentísimo y le lame la cara nada más alcanzarle.
Cabell le conduce hasta un pequeño jardincito, con un túmulo. La hierba sobre el montículo hace dibujos en espiral. Era bonito. El perro se adelanta y ladra adentrándose por el hueco que conduce al interior de éste, y una voz masculina le contesta, asomándose.
Tiene ojos castaños y pelo oscuro. El hombre sonríe al chiquillo y se acerca para acariciarle paternalmente la cabeza. Viste ropa de druida, pero la capa es mucho más elaborada que las que Liam haya visto nunca.
- Veo que Cabell te ha traído hasta aquí, Liam –saluda.
- ¿Sabe mi nombre?
- Claro –sonríe- Somos familia.
El niño sabe entonces, sin que se lo digan, que aquel hombre es su abuelo. No Daidéo Michéal, sino el padre de su mamá.
- ¿Vives aquí?
- Sí, éste es mi sidh*.
- ¿Y cómo te llamas?
El hombre ensancha su afable sonrisa, haciendo a Liam sentarse sobre la hierba y sentándose a su vez al lado. Lo sucedido con aquel hombre joven, que nunca debiera de haber salido de allí en primer lugar, y quien fue enviado de vuelta tan cruelmente sin tener tiempo de conocer a su hija. Liam era muy pequeño para oír aquello, y sabía que aún después de tantos años, era doloroso para Maeve el contarlo.
- Mi nombre es Gwyon*, un placer conocerte en persona.
Liam sonríe de vuelta, contento, y se tumba en el suelo. Aquel césped huele mejor que cualquiera que haya olido antes.
- He oído que has empezado a aprender música.
- Sí. En el colegio tengo una tin whistle. Es pequeñita y es de metal. Paddy dice que debería tocar el violín como él.
- Y seguro que eres capaz. Podrías aprender también. Pero si te gusta más lo otro, adelante.
Su Daidéo Michéal siempre le regañaba porque se esforzaba tocando y luego le dolía el pecho. Es divertido que su otro abuelo no le regañe.
- ¿Sabes? Maiméo –Liam se refiere a Maeve, su abuela materna, puesto que es la única que tiene- tiene una trenza muy larga muy larga que le sale casi blanco de la cabeza y termina naranja al final.
Gwyon ríe.
- Antes sólo tenía la parte naranja. Era un color tan vivo que parecía fuego.
- ¿Sí? –Liam le mira curioso, le cuesta imaginar a su abuela con un pelo con aspecto de lumbre, y su abuelo, de apariencia tan joven que no parece mayor que su hermano, asiente. Es un hombre delgado y algo bajo, aunque no puede saberlo con seguridad al ser él mismo pequeño y estar ambos tumbados. Tiene el pelo trenzado por las sienes, algo largo, como los druidas de su colegio.
El hombre se palmea las rodillas y suspira.
- Me temo que no puedes quedarte mucho. Sólo aproveché este ratito para verte, por eso envié a Cabell a buscarte.
- ¿No puedo quedarme?
- No, tienes que regresar a casa. Tu madre te está esperando –comenta- Liam casi jura que su abuelo siente algo de envidia.
- ¿Y tú no vienes?
- No, hijo, yo tengo que quedarme aquí y cuidar de Cabell. Pero recuerda decirle a tu abuela y a tu madre que las quiero mucho y dales un abrazo de mi parte, ¿te acordarás?
El niño asiente y se levanta. ¡Pero si acababa de llegar! ¿En serio ya se tiene que ir?
- Ven aquí, pequeño, y dame un abrazo. Tengo algo para ti.
Liam es alzado y se le agarra al cuello. Mamá se parece a él. Entonces, cuando le suelta, Gwyon entra en el túmulo y le entrega una flauta más grande que la suya. Está tallada con un intrincado celta, un laberinto de nudos, toda de madera.
- Es un regalo. Hace mucho tiempo que pensé en dártela, y me agrada haber encontrado la ocasión de hacerlo tan pronto –le revuelve el pelo nuevamente- Ahora es hora de que vuelvas. Súbete en la grupa de Cabell y agárrate bien. No te caerás. Él te llevará de vuelta y en cuanto llegues, métete en la cama, ¿lo has entendido?
No tardan mucho más en despedirse. El perro toma un ritmo vertiginoso en cuestión de segundos y antes de que Liam pueda darse cuenta, algo frío le salpica la cara. El estanque. Intenta mirar atrás pero ya no se ve el sidh de su Daidéo. Llegar al hospital tampoco supone un problema y su montura reduce la velocidad notoriamente cuando se aproximan al cuarto por el pasillo. Está vacío, pero el niño no le da importancia y de un salto se tumba en la cama, donde repentinamente cae presa del sueño.
Despierta, dando por hecho que ha pasado un rato, y se siente cansado. Le duele el cuerpo. Es como si estuviese enfermo. De nuevo. Riannon McCubbin le mira con ojos brillantes, como contenida. Como cuando se acuerda de algo triste.
- Mami… -dice, cansado. Quiere disculparse por haber salido sin su permiso y haberse ido tan lejos. Está cambiada. La mira fijamente, con los párpados pesándole sobre los ojos, hasta que descubre cuál es la diferencia. Su pelo.
Ya no es largo. Le llega un poco más debajo de las orejas. Ya no podrá peinarla, y mamá no cantará ni se reirá ni podrá hacerle trenzas al mismo tiempo.
Se da cuenta de que tiene algo en la nariz, metido por los orificios. Intenta sacarlo y siente molestias más allá de la garganta, y al tirar de uno de los tubos siente como si se ahogara.
- Tranquilo, es un respirador, como el que te pusieron la otra vez, ¿te acuerdas? –intenta calmarle Riannon- Espera, ahora te lo quito, pero tienes que estarte quieto…
Mamá le saca ese trasto enseguida y le da un beso en la frente. El niño aprovecha para rodearle el cuello con los brazos y susurrarle.
- El abuelo me ha mandado recuerdos.
Riannon se congela.
- ¿De qué hablas?
- Daidéo Gwyon. Me ha dicho que te diga a ti y a la abuela que os quiere mucho. Vive en un sidh y es muy bonito, tiene espirales encima. ¡Y un perro muy grande que se llama Cabell! He venido subido encima suya.
La druidesa no sabe qué decir. Quiere pensar que el niño ha soñado aquello, pero nunca han dicho el nombre de su abuelo delante de él. Viviendo en un sidh… sólo puede haber sido en un sitio.
- Me ha dado un regalo… -Liam mira sus manos desnudas, y bajo las sábanas. La flauta no está. A pesar de las recomendaciones de su madre, se remueve para buscarla, y finalmente aparece bajo la almohada.
Riannon susurra mentalmente el nombre de las tierras que su hijo ha visitado. Su padre ha cuidado de Liam mientras ha estado allí. Aunque todavía no se lo cree.
Horas después, cuando la sanadora consulta a su madre, Maeve no puede creerlo de primeras. Interroga a su nieto, le pide que describa al hombre, y lo que la convence definitivamente es aquella flauta. La conocía bien.
Con una sonrisa nostálgica, el recuerdo de aquel hombre brilló en su memoria, y agradeció a Gwyon, aquel joven misterioso que una vez se le presentó en una noche de Samhain buscando orientación, que se cruzase en su camino. Le trajo dicha en el pasado, y se la ha traído nuevamente ahora, porque su nieto ha vuelto gracias a él.
Liam tardará en un par de años en conocer la importancia de su viaje, y los detalles sobre la extraña tierra donde vivía su abuelo.
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* Cabell es el nombre del perro gigantesco del Rey Arturo. Se relaciona a los perros con el Otro Mundo y también son un símbolo de curación.
* Un sidh es un túmulo.
* Gwyon es el nombre galés de Arturo, en su infancia. Por eso el perro se llama Cabell, es un guiño xD. Aunque realmente es un nombre frecuente en la mitología celta galesa.