Entré sin hacer ruido.
El corazón libraba su propia batalla.
Latido a latido,
las fuerzas me abandonaron
y el cuerpo cayó rendido.
Pero la curiosidad, incansable batalladora,
siguió su eterno camino
y, sin ser visto, asistí
a amores perdidos en la memoria
de los que hoy están aquí.
También vi fantasmas llevando
mensajes de esperanza,
palabras precisas que, al ser recordadas,
aún se clavan como lanzas.
Y, desde entonces, continúo buscando
la frontera de deformado cristal
que separa los sueños
de esta vida tan real...
¿A que es bonito? No es mío, pero me gustaría...
No hay comentarios:
Publicar un comentario